viernes, 30 de agosto de 2013

El yo romántico en Peer Gynt, de Henrik Ibsen


(Extracto de: “La construcción del yo en Peer Gynt de Henrik Ibsen”, expuesto en el I Congreso Argentino de Historia del Teatro Occidental, organizado por UBA-Centro Cultural de la Cooperación-Centro Cultural Ricardo Rojas, septiembre 2004, puede verse el trabajo completo aquí--->La construcción del Yo en Peer Gynt de Henrik Ibsen )

En el presente artículo nos hemos propuesto un objetivo tan complejo como interesante: el análisis de la construcción del yo en la obra Peer Gynt, de Henrik Ibsen, a la luz de la estética romántica.
La diversidad de la obra es notable: por sus fuentes, por los elementos constructivos, por sus temáticas, por los contactos biográficos con el autor, por las influencias filosóficas e ideológicas, por las referencias a la sociedad noruega.  Basta como ejemplo considerar que su personaje principal es un hombre con rasgos fáusticos y donjuanescos, que representa un tipo social noruego  y que se cuestiona acerca de su  yo.
El protagonista y núcleo central de significaciones es el personaje que da nombre a la obra. Peer lleva consigo más que la  realización de la trama, es quien encierra los múltiples significados y lecturas de la pieza, es el personaje con la carga semántica más potente y a través del cual, a su vez, podemos condensar todo el argumento: contar la vida de Peer es contar la obra Peer Gynt.
Peer  es un joven fantasioso (y un viejo fantasioso también porque en ello transcurre su vida), despreocupado y con espíritu acomodaticio. Es un personaje que huye de los demás y en cierta forma de sí mismo.  Los críticos han caracterizado a Peer de formas diferentes, entre lo querible y lo despreciable pasando por una diversa gama de definiciones. No es algo difícil de comprender si tenemos en cuenta la riqueza del personaje en cuanto a su constitución. Peer es un personaje muy humano, en el sentido más estricto. Ama, odia, se avergüenza, hiere y lo hieren, reflexiona, es cobarde pero a veces noble. Peer es una gama de sentimientos encontrados apresados en un mismo cuerpo (rasgo del sujeto romántico), y eso lo hace entrañable, pero reprobable. 
El argumento de la obra versa sobre las aventuras y las situaciones que vive desde su juventud hasta su muerte. Peer, joven fantasioso habitante de una aldea noruega, burlado y humillado por sus conocidos, comienza una larga travesía luego de raptar a Ingrid, una muchacha recién casada a la que abandona para vagar solo por la montaña, donde en una atmósfera confusa (entre sueño y realidad) tiene un encuentro con tres pastoras y luego con los duendes de la montaña de los cuales huye no sin sufrir  profundos cambios.
Planea construir un hogar junto a su enamorada Solveig de la que huye antes de lograrlo, impulsado por sus culpas y fantasmas. A partir de allí, luego de asistir a la muerte de su madre, se marcha a diferentes lugares donde lo veremos transformado en traficante, profeta, historiador y emperador de los locos.
Envejecido, retorna a su aldea natal, camino a la cual sufre un naufragio al que sobrevive. Una vez allí, asiste a un entierro, luego a un remate, y se topa con un fundidor de almas  “falladas” que le otorga un plazo para no fundirlo con la condición que demuestre haber sido “él mismo”. Después de dos encuentros infructuosos de conseguir testigos, a la tercera amenaza del fundidor, encuentra a Solveig, su amor, quien tiene la respuesta que tanto buscaba Peer. De esta manera, retrasa al fundidor y permite que Peer se redima en su amor y vuelva al punto de partida: el regazo de un amor maternal.
Podríamos afirmar, entonces, que Peer es el personaje en torno al cual se organizan todas las acciones y significaciones. Va buscando su camino y cobra espesura en ello, pasa de ser un simple muchacho soñador y rechazado que huye de sus propios miedos y miserias, a  ser un hombre que busca una identidad, busca ser “él mismo”, para finalizar siendo un anciano desesperado y reflexivo  que indaga en el significado del “yo”, de ser “él mismo” para encontrar con ello una personalidad que lo redima, una convicción que justifique su existencia.
El tema se va vislumbrando a medida que avanza la acción y, con el paso de los actos,  las causas aparentemente superficiales que mueven a Peer a la acción se tornan profundos y filosóficos motores que llevan al personaje a cuestionarse acerca de la propia naturaleza humana: ¿qué es ser uno mismo?
Este ha sido el planteo que nos ha movido a sostener que el eje temático de la obra es la construcción del yo, ya que el personaje va construyendo diferentes “yo” a lo largo de la obra hasta llegar al punto de preguntarse por su naturaleza, respuesta que finalmente parece encontrar en la redención a través del amor.
Cuando hablamos del “yo”  nos referimos a este entendido como personalidad, como identidad propia del ser humano. Peer busca una identidad,  una esencia inmutable y coherente que  lo defina como ser humano único, como Peer Gynt.
Pero lo que a nosotros nos interesa en este análisis no es solamente cómo construye su yo el personaje mismo, sino también cómo construye Henrik Ibsen  al personaje, la unidad identitaria, la personalidad de Peer, el que como en una gran puesta en abismo, busca su identidad. Ibsen crea a Peer influido por determinados rasgos del sujeto romántico, y a partir de sus propias concepciones filosóficas e ideológicas. El personaje, dentro de la ficción, busca su personalidad esencial, su mismidad; para ello, Ibsen lo pone en relación con otros personajes y acciones que logran, mediante la relación dialéctica, que Peer construya su yo con el devenir de la trama y que se cuestione sobre cómo lo hizo.

El yo romántico en Peer Gynt
Si bien el mismo Henrik Ibsen parece no estar de acuerdo con  la sujeción a los rasgos de las poéticas, es innegable que a grandes rasgos podemos inscribir su obra Peer Gynt dentro de los lineamientos de la poética romántica (no sin algunas dificultades). Al respecto, Alfredo de la Guardia  en el Prólogo a Teatro selecto de Henrik Ibsen aclara que el escritor no se ceñía paso a paso a la poética como otros escritores, sino que introducía innovaciones de tono simbólico y místico que anticiparon la tendencia dramática neorromántica . Por otra parte, Gómez de la Mata habla del carácter simbolista en la obra de Ibsen, entendiendo por simbolismo como la puesta en obra de las analogías que enlazan el mundo interior con el mundo exterior, restableciendo la armonía de los elementos de la Naturaleza con todas las partes del conjunto . Podríamos decir que este simbolismo de tono “romántico” se encuentra también en la obra Peer Gynt.
El sujeto romántico es una pura singularidad. Es un hombre que se revela ante las leyes y los límites, un ser que forma su propia moral y lleva a cabo su plan en contra de la doxa común: este sujeto existencialista tiene una moral individualista. Peer no está apartado de ello. Individualista hasta el egoísmo, cumple con su voluntad y la lleva adelante hasta las últimas consecuencias; se aparta de todo y de todos, deja a su madre, abandona a Solveig y se afana en ser emperador a cualquier precio. Sin duda, sigue su propia moral: libre elección pero dejando un camino abierto para permitir la retirada. Se vuelve un personaje out law en el momento en que secuestra a Ingrid, la abandona  para vagar mandando al demonio a todos los recuerdos y todas las mujeres, y es desterrado al bosque, sin permiso de pisar la aldea. Peer está al margen de la ley, todos en la aldea se le oponen por su carácter pendenciero y malvado. 
Peer Gynt es un anti-héroe, despreciado, malvado, marginal, individualista, acomodaticio, mentiroso, borracho. Pero, como sujeto romántico, no es solamente un cúmulo de expresiones negativas. Tiene una doble naturaleza positiva y negativa, la vida lo va sumiendo en diferentes circunstancias que lo hacen cambiar, sufre terribles contradicciones internas; es así que nos reconciliamos con su aspecto positivo al ver a Peer envolver en una fantasía a su madre para evadirla de la terrible muerte, o abrazarse al regazo de Solveig entregado a su amor, aunque, cabe aclarar, que son pocos los momentos donde vemos sus mejores aspectos.

El romántico tiene un deseo impetuoso de algo que no posee y Peer se siente desdichado y afligido, y es por eso que sale en busca de algo que llenará ese vacío: desea ser emperador. Ese es su deseo y lucha implícitamente con algo que le agobia, de lo que huye. Desea que todos hablen de “Peer Gynt”, desea verse enaltecido (y vengado, de esa forma) y aumenta su ego junto a su subjetividad. Y mientras hace culto a su yo creyéndose poderoso y profeta, llega a su máxima expresión de Dandysmo emocional cuando se le caen lágrimas de emoción al erigirse a él mismo como emperador de la vida humana, y al recordar que lleva su empresa adelante pese a todo, al precio que fuere.
Con el romanticismo se desvanece la racionalidad para dar rienda al culto de las emociones y a la exaltación de la imaginación. Peer no está exento de eso, es imaginativo y fantasioso, vive de sus fantasías y cree firmemente en ellas. La fantasía para Peer es una forma de evasión con las que escapa de su terrible realidad, olvida y contrarresta una infancia infeliz y, por supuesto, la estrechez y la pobreza.
Pero la fantasía e imaginación de Peer no sirvieron solo para evadirse, sino también para conocerse a sí mismo. El hombre romántico explora nuevas territorialidades, va más allá de los límites de la razón, se vuelve aventurero e investigador. Peer Gynt no solo fantasea, también delira, y llega inclusive hasta el delirio de mano de los locos del manicomio del Cairo. Peer viaja por su mente y bucea en sus profundidades, se conoce a sí mismo (o intenta), se reconoce y traza su destino en un límite difuso donde fantasía y realidad se confunden con facilidad.
Pero hay una forma más predilecta de los románticos por los estados subjetivos: además de la fantasía, también prefieren el sueño. Podemos preguntarnos acerca de la naturaleza (¿sueño o realidad?) de varias escenas de la obra: el descenso al Dovre; el hijo con la mujer de verde; los reclamos de los pensamientos, las lágrimas y las acciones. 
Es imposible dar una respuesta certera y tal vez tampoco importa. Peer está construido en la frontera entre el sueño y la realidad, porque el paso de uno a otro permite que el personaje conserve su libertad desmedida, en ella tiene libertad de acción y también libertad para conocerse  a sí mismo.
El sueño es revelador, nos persuade, somos nuestros sueños tanto como nuestra vigilia. Aunque a veces esta dualidad se torna peligrosa, pues los románticos corren el riesgo de  borrar el límite entre el afuera y el adentro. Ciertos seres, nos comenta Albert Béguin, siguen sus voces interiores  hasta las más peligrosas aventuras, pues están insatisfechos con la realidad externa y hallan en el sueño la posibilidad de calmar ese malestar. Esto nos remite a Peer,  a su capacidad de evasión con las fantasías y a su necesidad de salir a buscar, de ser emperador para no ser el mentiroso, pobre y rechazado de la aldea. Peer sueña y con frecuencia se confunde “el adentro” y “el afuera”, sigue su voz interior que le dice “da la vuelta” y lo persuade de no enfrentar su realidad. Böigen (la Voz), que lo ataca y lo incita siempre a retroceder y a huir, no es quizás otra cosa que el remordimiento, la culpa, la “voz de la conciencia” y a su vez, la voz del sueño, de ese estado intermedio entre este y la vigilia, en definitiva, su voz interior que guía a lo largo de toda su vida (incluso casi en el final) sus pasos, y a la que vence al abrazarse a regazo de Solveig.
Para los románticos, el sueño y todos los estados de liberación de los límites del yo son más el “yo mismo” del alma que en la vida ordinaria. Creen que en el sueño se revela la esencia más pura y se llega así a nuestro verdadero yo. Pero esta divinización del sueño puede acarrearles el riesgo de renegar de la otra mitad de la vida; y sumergirse de lleno en la interioridad del sueño para conocer el verdadero yo, puede llevar a la pérdida de la individualidad y a su irremediable disolución.
Pareciera que el yo más ajustado a Peer y el que conserva a lo largo de casi toda la obra  es aquel que se le revela en el reino de los duendes. El rey de Dovre le dice “Bástate a ti mismo” y Peer (aunque sin saberlo) cumple con ello. El sueño (¿sueño o realidad?) del Dovre le ha mostrado su yo y también sus horrores: duendes que lo atacan, visiones invertidas, una mujer horrible a la que desprecia y de la cual tendrá un hijo. En la escena donde Peer está a punto de formar un hogar con Solveig, sus visiones lo atacan, lo confunden y lo hacen huir, y Peer ya no sabe dónde está la frontera entre el sueño y la realidad. A partir de ese momento, tampoco nosotros sabemos si Peer no pudo escapar de su sueño o si lo logró pero atraviesa la frontera de vez en vez.
Pero algo nos hace creer que es la segunda opción la más acertada. Debemos notar que las escenas enrarecidas suceden de noche, mientras que las escenas con los personajes más “realistas” suceden de día. Ejemplo de ello son las escenas del descenso al reino de los duendes, su encuentro sensual con Anitra, el naufragio donde se encuentra con el Pasajero, los reclamos de sus pensamientos, lágrimas y acciones, y otras, ocurren de noche; mientras que la boda y el rapto de Ingrid (además del encuentro con Solveig), la charla con Helga, el deshojar de la cebolla, el encuentro final con Solveig, suceden de día. 
El hombre romántico mediante la noche y el sueño busca un conocimiento que lo satisfaga más que la realidad. El conocimiento del sueño le permitirá volver a esta con una nueva comprensión, el hombre vuelve a la vida transformado. Los significados oníricos son intraducibles, pero la verdadera enseñanza del sueño está en el hecho mismo de soñar, de llevar en nosotros mismos la libertad de las imágenes y el saber que el orden aparente de las cosas no es su único orden.  El  sueño es una de las formas de penetrar más allá en lo misterioso e incomprensible, es una forma de dar otra dimensión más amplia a la realidad y colmarla de posibilidades. Quizás el escritor de Peer Gynt había vislumbrado esto con absoluta claridad.

Bibliografía

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-Troncone, Carlos. “Un fantástico viaje interior”, en Teatro nº 40, Teatro San Martín, Mayo 1989.

-Artículos periodísticos con motivo del estreno de la obra Peer Gynt en el Teatro San Martín en el año 1989, de diversas fuentes: La Razón, Página 12, y otros.

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