sábado, 24 de octubre de 2015

De la noche a la mañana

Se deslizó sobre su cama. Dos dedos gruesos le pulsaron la boca y las mejillas se apretaron en la almohada. Con hambre feroz, volteó el cuerpo delgado y en embestida arremetió contra la espalda. Bajó despacio su bombacha. Y en esa noche, la única humedad que desbordó, fue la de las lágrimas. 
A la mañana siguiente, ya no habría más palabras. Nunca más palabras. Ni siquiera para hablar de sus muñecas, que tanto le gustaban.

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