I. Introducción
Aristóteles
en Metafísica
se ocupa del problema del ser, aunque esta pregunta no sea el
verdadero punto de partida. La obra va arribando progresivamente al
núcleo de lo que constituye el principal interés del filósofo: la
búsqueda de una ciencia que se ocupe de los primeros principios y de
las primeras causas.
En
el marco de esta búsqueda de la filosofía primera, también llamada
sabiduría, aparece la pregunta por el ente, por lo que es, por el
ser. Dice Aristóteles en el comienzo del Libro IV: “Hay una
ciencia que estudia el Ser en tanto que ser y los atributos que por
su propia naturaleza le corresponden” (2011: 110). El ser será
objeto de estudio de la ciencia buscada. Pero, ¿qué
es el Ser para Aristóteles? El filósofo afirma en el Libro VII de
Metafísica
que
“(...) el Ser en sentido absoluto, ha de ser la substancia”
(2011: 208). Entonces, para saber qué es el ser, es fundamental
preguntarse por la naturaleza de la substancia, ya que explica el
filósofo en el Libro citado: “(...) qué es el Ser, no es sino
preguntarse qué es la substancia” (2011: 208). La respuesta a esta
pregunta se desarrolla en los Libros VII, VIII y IX de la Metafísica,
y
esto le permitirá arribar en los Libros siguientes a lo que él
considera la causa primera, el primer motor inmóvil.
¿Qué es, entonces, sustancia
para Aristóteles? Sobre la respuesta que da el Estagirita a esta
pregunta nos ocuparemos en el presente trabajo.
Para
ello, en primer lugar, señalaremos cómo llega el autor a asimilar
el ser con la sustancia, para luego adentrarnos en la noción misma,
cómo arriba a esta y cuáles son sus particularidades. Por último,
analizaremos aquel aspecto de la sustancia, el acto, que permite ir
allanando el camino hacia la pregunta por la causa primera.
Finalmente, volveremos al marco de referencia que da sentido a la
pregunta por la sustancia, y trataremos acerca de su relación con la
filosofía primera que se intenta describir en la Metafísica.
II. Ser es sustancia
En el Libro IV, Aristóteles
habla de una ciencia que estudia el ser en tanto que ser, y advierte
en ello una primera dificultad que radica en la complejidad del
objeto, ya que
Se puede hablar de Ser en
varios sentidos distintos, pero todos se refieren a una sola cosa, a
una única naturaleza determinada, y no es una cuestión de simple
homonimia (…): de algunas cosas se dice que existen porque son
substancias, de otras, porque son afecciones de la substancia, de
otras porque son un camino hacia la substancia, o porque son
destrucciones, privaciones, cualidades, agentes productivos o
generativos de la substancia (...) (2011: 111).
El ser, entonces, se dice de
muchas maneras, es intrínsecamente múltiple, como señala Berti
(2011: 75). El ser dice todos los aspectos en común (género) de los
diversos entes, pero también sus particularidades o diferencias.
Considerado esto así, sería dificultoso poder constituir una
ciencia que se ocupe, como todas las ciencias particulares, de un
solo género.
En el Libro VI, Aristóteles
enumera cuatro acepciones del ser: el ser como accidente, que por no
ser habitual ni siempre no nos permite hacer ciencia; el ser como
verdadero, que tampoco es principal, ya que esta determinación de
verdadero o falso solo se lleva a cabo en la mente, por lo que se
reduce a un ser mental; y por último, las categorías, y la
potencia y el acto, que son las acepciones que considerará
fundamentales, ya que en ellas subyace la noción de sustancia
(Reale, 2003: 59-62). El desarrollo de estos dos aspectos en los
Libros VII a IX, constituirán el análisis detallado acerca de la
noción de sustancia.
La
ciencia buscada va más allá de los géneros particulares, se ocupa
de algo común a todos los entes, trascendiendo los géneros y
buscando algo que es primero. Por eso, el sentido primero del ente
respecto del cual son los otros sentidos, es la ousia,
traducida por Berti como “sustancia”. Así, la categoría
primera de sustancia está por sobre las otras categorías que
establece Aristóteles: cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo,
posición, posesión, acción, pasión (Gómez-Lobo, 1998: 54), ya
que,
como indica Berti, la condición de “primera” de la sustancia
implica: “Condición de ser de todos los otros, condición por la
cual se puede decir de los otros que son” (2011: 76), por eso se
constituye como el género primero. Los accidentes del ser que son
predicados de la sustancia (categorías) son la sustancia segunda.
Esta “homonimia relativa”
del ser, según Berti, que se da por lo común dentro de los
diferentes sentidos del ser, hace posible la filosofía primera ya
que le garantiza cierta unidad a esta ciencia del ser.
Ahora, si el objetivo de la
ciencia que se ocupa del ser en tanto ser es buscar los principios y
causas primeras, y es la sustancia el sentido fundamental o primero
del ser, es necesario indagar qué es la sustancia y cuáles son sus
principios y causas primeras.
III. La sustancia: el
ente separado e individual
En
el Libro VII de la Metafísica,
Aristóteles señala que la categoría de sustancia es independiente
de las demás y primera, ya que las otras son respecto de esta, es
decir, son aspectos de la sustancia, pero no son la sustancia en su
sentido absoluto, ya que “(...) en el enunciado de cada ser se
halla necesariamente contenido el de su substancia” (2011: 208).
Como mencionamos antes, Ser en sentido absoluto es la sustancia
(1028a 32).
Para indagar en la naturaleza
de la sustancia, Aristóteles comienza por mencionar, en el Capítulo
3 del Libro VII, que hay como mínimo cuatro tipos de acepciones
fundamentales para aquella: la esencia (forma), el universal
(género), el sustrato (materia) y el compuesto de materia y forma
(Berti, 2011: 101).
Para buscar el sentido primero
de sustancia, el filósofo comienza por analizar una de las
características centrales de esta: sustancia es “(...) aquello que
no se predica de un sujeto y de lo que todo lo demás se predica”
(Aristóteles, 2011: 211). Sustancia es sujeto, según esta noción.
En cierto sentido, dice Aristóteles, el sujeto es la materia, en
otro sentido, la forma; y en un tercer sentido, es el compuesto de
ambas (Aristóteles, 2011: 211). Así, se tiende a considerar que la
materia, que es anterior a la forma y al compuesto, es el sujeto
primero del cual se predica, y equipararía la materia o sustrato a
la categoría primera de sustancia. Sin embargo, esto no podría ser
así, ya que si abstrajéramos de la materia todos sus predicados,
su forma, quedaría pura materia indeterminada, y para poder decir
que algo es sustancia debemos poder individualizarla y existir
separada (ser en sí), por lo tanto, decir que la sustancia es
sustrato resulta insatisfactorio. Es por ello que sustancia no es el
sustrato o materia. Veremos que luego precisará que lo que le falta
a la materia para ser individualizable es la forma, por lo que
acercará la noción de sustancia al compuesto de materia y forma.
Por
otra parte, en el Capítulo decimotercero, desarrolla una serie de
argumentos para demostrar que la sustancia tampoco es un universal,
ya que el universal se predica de muchos, y la sustancia, como ya se
ha señalado, no es predicable. Por otro lado, el universal al
predicarse de muchos, es común a muchos entes, por lo tanto, la
multiplicidad se volvería una sola cosa, pues todas las cosas serían
la misma por tener la misma sustancia, esto resultaría en que la
sustancia no es particular ni propia de cada ente. Además, el
universal tampoco es separado, no existe en sí como la sustancia,
pues de ser así, debería ser anterior a la sustancia misma, y tener
entidad por sí1,
volviéndose sustancia primera; y además, considerarlo sustancia
separada pero sin ser anterior, sino como parte de la sustancia
misma, implicaría admitir que en la sustancia coexisten dos
sustancias, lo cual es imposible, señalando al final del Capítulo
decimosexto: “Así pues, es evidente que ninguno de los llamados
universales es substancia y que ninguna substancia se compone de
substancias” (2011: 252).
¿Qué es sustancia para
Aristóteles, entonces? El filósofo se inclinará por acercar la
sustancia a la esencia (forma) y por derivación al compuesto, ya que
como vimos, la materia o sustrato es insuficiente. Veamos estos dos
aspectos en detalle.
Al
comienzo del Capítulo cuarto del Libro VII, Aristóteles investiga
la esencia, señalando que “La esencia
de cada cosa es lo que se dice que es por sí misma cada cosa”
(2011: 213). De esta manera, acerca la noción de forma a la
definición, para llegar a concluir que la esencia de algo es lo que
hace que ese algo pueda definirse, es decir, la esencia será la
respuesta al “qué es” de cada ente. Luego de descartar que los
accidentes tengan esencia (la tienen solo de manera secundaria, y no
en sentido absoluto como la sustancia) a partir de un análisis de la
definición, determinará que “(...) sólo hay definición de la
sustancia. Y si hay definición de las demás categorías, será
necesariamente por adición (…) no habrá ni definición ni esencia
de nada que no sean las substancias” (2011: 217-218).
Ya
que la esencia es lo que da forma a la materia, el principio
intrínseco estructurante del sujeto, Aristóteles se pregunta en el
Capítulo sexto si la cosa y su esencia son lo mismo, concluyendo que
“(...) es evidente por lo que respecta a aquello que es primero y
que se predica por sí, la esencia del objeto y el propio objeto son
una sola y misma cosa” (2011: 221). Para profundizar en este
aspecto, en el Capítulo siguiente explica cómo se generan los
entes. Dice al respecto que hay tres formas de generación: por
naturaleza, por arte, y espontáneamente, y establece que “Todo lo
generado es generado por algo, proviene de algo y llega a ser algo”
(2011: 221). Aquello de donde proviene algo es la materia, lo que lo
genera es algún tipo de motor (agente) o causa eficiente, y lo que
llega a ser es una sustancia en grado sumo. En el caso de generación
natural, lo que llega a ser proviene de algo de su misma naturaleza
(agente), por lo cual su forma está presente ya en aquello que lo
generó, y en el caso de generación por arte, proviene del alma del
hombre, en donde está la idea de eso que será creado. En ambos
casos, en principio, la materia está en potencia, pues puede ser o
no. Sin embargo, en cierto aspecto, la forma es primero, porque es el
origen del principio de la generación, por eso “(...) es evidente
que la forma, o como quiera que se tenga que llamar la configuración
de lo sensible, no se genera, no hay generación de ella, ni tampoco
de la esencia” (2011: 226). Entonces, no es la forma lo que se
genera, que es primera y principio en sí, sino el producto final
(Aristóteles utiliza el ejemplo de la esfera de bronce), es decir,
el compuesto de materia y forma que toma su nombre de la forma.
La forma o esencia, entonces,
es sustancia, pero no es considerada como separada de la materia,
sino que es parte de un compuesto junto con esta. La forma es causa
primera del ser, lo que hace que algo sea eso que es y no otra cosa.
En
definitiva, la sustancia, ousia,
que es la forma en tanto esencia de una materia (lo que la hace ser),
tiene dos características centrales: es algo definido, o más bien,
separado, es decir, es por sí, independiente y primera de las demás
categorías; y por último, es singular, individual, es decir, es lo
que hace que algo sea eso que es, el tode
ti,
un “esto”.
IV. Acto y potencia
En el Libro VIII, Aristóteles
retoma el concepto del compuesto de materia y forma, para centrarse
en un aspecto particular de este: la materia como potencia y la forma
como acto, desde una perspectiva dinámica. La forma se convierte en
acto cuando se realiza en la materia, es decir, cuando las
posibilidades de la materia (potencia) se realizan en una forma
determinada (acto).
Para seguir profundizando en
ambos conceptos, Aristóteles desarrolla en el Libro IX una
distinción entre dos sentidos del acto y la potencia. En un primer
sentido, potencia y acto se ven referidos al movimiento, es decir, a
la capacidad de moverse de la materia, “(...) aquello que puede por
naturaleza mover otra cosa o ser movido por otra cosa” (2011:
280-281), y al acto como movimiento en sí. En un segundo sentido, la
potencia es la capacidad de ser y el acto es lo que hace existir
algo, es el ser de algo, “El acto es la existencia del objeto”
(2011: 281).
Las nociones de acto y
potencia no son demostrables, son principios primeros de todos los
entes. Intentar demostrarlas, definirlas, sería delimitarlas. Solo
se puede aproximar a ellas por una serie de ejemplos por analogía:
“Lo que queremos decir se induce fácilmente a partir de los casos
particulares, y no es necesario buscar la definición de todo, sino
tener una visión de conjunto de la analogía (...)” (2011: 281),
señala en el Capítulo sexto.
Más
adelante, en el mismo capítulo, se refiere a dos tipos de acciones
posibles. Las acciones imperfectas son aquellas en que el fin está
fuera de ellas, es decir, el movimiento se da sin que exista un fin
en ello. A este primer proceso lo llama movimiento. Por el contrario,
las acciones perfectas son aquellas en las que está presente el fin
en la acción misma, como en el ver o el pensar; este proceso es
llamado acto.
Finalmente se ocupará de
explicar por qué el acto tiene prioridad respecto de la potencia.
Esto sucede en tres sentidos distintos: Por un lado, desde el punto
de vista temporal o cronológico, el acto precede a la potencia desde
su aspecto generador, porque para que algo sea debe provenir de otra
cosa de su misma especie, por lo que ese algo será la actualización
del acto previo; por otro lado, existe una prioridad epistemológica
ya que saber o conocer algo implica conocer su esencia, por lo que
para conocer la potencia (la dimensión de lo que significa algo)
primero debo comprender el acto; por último, en el sentido del ser,
el acto precede a la potencia pues para que el desarrollo de una
especie se dé, por ejemplo, tiene que existir una causa como acto,
una causa eficiente, que hará que todo lo que esté en potencia pase
a acto.
La noción de acto es
fundamental. El acto es acción perfecta. Señala Aristóteles:
(...) es evidente que la
substancia, es decir, la forma, es acto. Este razonamiento muestra
claramente que el acto es anterior en la sustancia a la potencia, y,
como hemos dicho, un acto siempre precede a otro en el tiempo,
formando una cadena que llega hasta el primer motor eterno.
Pero el acto también es
anterior en un sentido aún más fundamental. Los seres eternos son
anteriores en la substancia a los corruptibles, y no hay nada eterno
que exista en potencia (2011: 288-289).
Un acto precede a otro acto en
el tiempo hasta remontarse al primer motor. Este señalamiento será
importante ya que adelanta lo que tratará en los Libros siguientes:
la existencia del primer motor inmóvil, que está siempre en reposo,
no en movimiento, pues es actualización constante de un acto
perfecto, y será el primer motor eterno de movimiento.
V. Sustancia y Filosofía
primera
Para
finalizar, nos interesa volver a poner en contexto la pregunta por la
sustancia, que aparece equiparada con la pregunta por el ser, en el
contexto de la Metafísica.
Aristóteles considera que
toda ciencia se ocupa de las causas y principios de un objeto
determinado, de un género en particular, y no tratan sobre el ser
global ni tampoco se cuestionan acerca de la existencia de los entes
de la ciencia en cuestión, ya que los dan por supuestos. La ciencia
que busca Aristóteles, referida en el libro de la Metafísica,
llamada filosofía primera, es distinta de estas ciencias
particulares caracterizadas, y tiene para él un lugar específico
entre las ciencias y un objeto de estudio particular, a los que
menciona en el Libro VI.
En
él realiza una clasificación de las ciencias teóricas y ubica
entre ellas a la filosofía primera como la que se ocupa de las cosas
separadas e inmóviles, en las que podría estar presente lo divino,
razón que la coloca por encima de las otras dos, mientras que la
física se ocupa de las cosas inseparables de la materia y móviles;
y la matemática de las cosas inmóviles pero no separadas de la
materia. Señala finalmente Aristóteles:
Si no hubiera otras
substancias más que aquellas que se forman en la naturaleza, la
física sería la ciencia primera, pero si hay una substancia
inmóvil, la ciencia de esta substancia ha de ser anterior y ha de
ser la filosofía primera, y, al ser primera, ha de ser también
universal. Y a ella le corresponderá el estudiar el Ser en tanto que
ser, es decir, su esencia y los atributos que le pertenecen en tanto
que ser (1026a 27-32, 2011: 200).
Por
lo tanto, no hay un solo tipo de sustancia, sino que son de tres
tipos: sustancia terrestre, que es sensible y corruptible, de la que
se ha ocupado en los Libros que hemos analizado en el presente
trabajo para poder arribar a la sustancia inmóvil; sustancia
celeste, que es sensible y eterna; y sustancia divina, que es
suprasensible y eterna. Esta última, sustancia inmaterial y motor
inmóvil del universo, será la sustancia primera por ser principio
de todas las cosas, y su carácter universal es el que dará el
carácter universal a la ciencia que se ocupa de ella (Alía Alberca
en Aristóteles, 2011: 24-25).
VI. Bibliografía
Aristóteles
(2011). Metafísica, Madrid:
Alianza Editorial, trad., introducción y notas de María Luisa Alía
Alberca.
Berti,
Enrico (2011). Estructura y significado de la Metafísica
de Aristóteles, Buenos Aires:
Oinos, trad. de Horacio Gianneschi.
Gómez-Lobo,
Alfonso (1998). “Aristóteles y el aristotelismo antiguo”,
García, Jorge (Ed.), Concepciones de la Metafísica, Col.
Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía, vol.
17, Madrid: Trotta.
Reale,
Giovanni (2003). Guía de lectura de la Metafísica
de Aristóteles, Barcelona:
Herder, trad. de J. M. López de Castro.
1 Esto mismo es lo que Aristóteles critica a Platón, quien considera a los universales formas separadas y en sí. Este aspecto se vuelve el núcleo de la crítica que le realiza Aristóteles con el argumento del Tercer Hombre, en el Capítulo noveno del Libro I de Metafísica.
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