A la
semióloga Anairam Ollober que tan gentilmente
me ha hecho partícipe del
hallazgo.
Cierto es que la Poética, canónico texto clásico legado
por Aristóteles, ha influido en la producción literaria de renombrados
escritores de todos los tiempos. Se ha dicho respecto de su origen que surgió para
sistematizar las características y estructura de diversos géneros literarios producidos
en la época clásica, dando forma a las obras que circulaban culturalmente en
ese entonces.
Pero aquello que históricamente
fue sostenido de forma contundente e inamovible por eruditos y teóricos de
todos los tiempos, se transforma hoy en espúrea afirmación baldía. Un revelador
estudio sobre el verdadero origen de la estructura de la obra en cinco actos
contenida en la Poética, realizado
por un marginado erudito de las letras clásicas, ha demostrado que aquel
fundamental concepto no habría surgido como el intento de sistematizar la
estructura de la tragedia, sino, por el contrario, como el intento de
sistematizar el género humorístico del actual “chiste de salón”, denominado
antiguamente “chiste de ágora”; y que por un error de interpretación imposible
de hallar exactamente en el tiempo, se creyó que se hablaba del género trágico.
El segregado estudioso Eriberto
Dalmacio Urtílico (conocido como E.D.U. en el circuito de las casas de altos
estudios) ha revelado que esta división en cinco actos pertenecería
originariamente no a la tragedia, sino a las humoradas que los filósofos y
pensadores, incluido el mismo Aristóteles, contaban en el ágora en los tiempos
libres, entre asamblea y asamblea. Estas humoradas constaban invariablemente de
una misma acción breve realizada por un mismo personaje y repetida cinco veces,
precedida por la indicación del número de acto correspondiente y un final que
daba título a la obra, resemantizando retrospectivamente la pieza completa.
Entre los novedosos testimonios
que rescata el iluminado Eriberto Dalmacio Urtílico se encuentra una obra que consideró
síntoma del presunto declive de Aristóteles como orador humorístico; a saber:
“Primer acto: Platón demuestra
ser un hombre fuerte.
Segundo acto: Platón demuestra
ser un hombre resistente.
Tercer acto: Platón demuestra
ser un hombre indestructible.
Cuarto acto: Platón demuestra
ser un hombre no flexible.
Quinto acto: Platón demuestra
ser un hombre con brillo propio.
¿Cómo se llama la obra?: `Platón
es de fierro´”.
Lamentablemente, aduce el
investigador, no se han hallado pruebas de la existencia de otras piezas que
pertenecieran a la etapa de florecimiento y esplendor del género humorístico
del chiste de ágora; por lo que es imposible medir el ingenio y la creatividad
alcanzados por los oradores.
El erudito E.D.U. describe,
además, la evolución histórica del género argumentando que esos cinco actos,
con el transcurrir del tiempo, se han reducido a tres (forma en la que
actualmente lo conocemos) y que lo que antiguamente era relatado en un lenguaje
popular elevado, hoy ha devenido en un lenguaje vulgar, preferentemente
obsceno, del tipo: “Primer acto: una vieja sentada arriba de un farolito",
etc., cambio fomentado por las distancias cualitativas entre culturas.
En el extenso trabajo que le
valió el desprestigio y la marginación total al reconocido estudioso Urtílico,
también hallamos curiosos datos sobre el generoso sentido del humor prodigado
por Aristóteles. Numerosas anécdotas muestran al filósofo como exiguo triunfador
en populares certámenes de chistes de ágora y hasta se nos relata un posible
altercado que habría sufrido el Estagirita con su maestro Platón cuando, luego
de solicitarle que mirara hacia la izquierda, el discípulo acercó
silenciosamente el dedo índice a la mejilla de su educador, provocando la ira
de este al regresar a su postura primera, tras hundirle la yema abruptamente en
su maxilar. Nos deja entrever el señor Urtílico que esta humorada le causó a
Aristóteles el distanciamiento de su maestro, hecho que lo sumió en una
profunda tristeza y deterioró notablemente su ingenioso sentido del humor. Así
fue como decayó su imagen pública de excelente orador humorístico, razón por
demás contundente para que Aristóteles, invadido por el rencor, se burlara de
su abandónico maestro creando la obra que citamos anteriormente y que, se
presume, fue recibida con caras inmutables y total ausencia de risas.
Embargado en su fervor
conjetural el Dr. E.D.U. llega a afirmar que ese fue el fin de la práctica del
género para el filósofo, no así para otros que siguieron aportando su
producción creativa y extendiendo el legado que ha llegado hasta nuestros días.
Retirado Aristóteles del ámbito
de la producción literaria humorística, se dedicó, según Urtílico, a
sistematizar en forma teórica la estructura del floreciente género del “chiste
de ágora”, trabajo que completó con la sistematización de otros géneros
coetáneos, entre ellos la tragedia, que, en rigor, cobraba en la totalidad del
trabajo una relevancia mínima. Decepcionados, los teóricos solemnes y cientificistas
impulsaron el equívoco de fusionar ambas sistematizaciones como si fuesen de un
solo género: la tragedia.
El hecho de otorgarle mayor
relevancia a la tragedia y nula (hasta la no mención) al chiste de ágora, según
el Dr. E.D.U., es absolutamente impensable si conocemos realmente la figura de
Aristóteles, un filósofo de profuso sentido del humor que no simpatizaba con
las tragedias lacrimógenas y metafísicas.
Quizás el doctor Urtílico no
hizo más que ver en la figura de Aristóteles su propia figura, quien caído ya
en desprestigio, se dedicó a escribir sobre la literatura y sus géneros como
una posible forma de reivindicarse en la historia.
Otro aspecto lo acerca al
Estagirita: ambos fueron mal interpretados. La teoría de Aristóteles sobre las
obras en cinco actos ha sido erróneamente considerada y aplicada al género de
la tragedia; la teoría de Urtílico corrió una suerte similar, interpretada erróneamente
por críticos y teóricos que solo vieron en ella una burla a la gran obra de
Aristóteles. Ironías de la vida.
Lo cierto es que los famosos
chistes de salón en tres actos colman hoy la boca de festivos y elegantes
sujetos cuyo objetivo es similar al del Aristóteles y otros pensadores
clásicos: entretener a la concurrencia haciendo gala de una genialidad
humorística. También es cierto que nadie hasta ahora ha podido referir el
origen de este género tan curioso, exceptuando al Dr. Eriberto Dalmacio
Urtílico. Lo verdaderamente rescatable, si pensamos en el destino de
Aristóteles y el de Urtílico, es que ambos han sido víctimas de la rigidez y la
incomprensión. Pareciera que muchos grandes maestros, desde Platón hasta los
teóricos actuales, están en el cuidado de algo sumamente “valioso”, quizás un
lugar académico, o renombre, o quizás un respeto que nadie sabe bien por qué
temen perder.
Sería interesante preguntarse, a la luz de
Aristóteles y Urtílico, de qué forma es más valioso permanecer en el tiempo. Sin
duda los academicistas preferirían hacerlo a partir de la seriedad y el
dogmatismo en nombre de la racionalidad, la objetividad y la verdad. Pero ante
la misma pregunta, seguramente ellos dos responderían: a partir del sentido del
humor.
Me brotó una alta risa impetuosa y ruidosa. :D
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