miércoles, 17 de julio de 2013

Del verdadero origen de la estructura de la obra en cinco partes en la Poética de Aristóteles

A la semióloga Anairam Ollober que tan gentilmente 
me ha hecho partícipe del hallazgo.

Cierto es que la Poética, canónico texto clásico legado por Aristóteles, ha influido en la producción literaria de renombrados escritores de todos los tiempos. Se ha dicho respecto de su origen que surgió para sistematizar las características y estructura de diversos géneros literarios producidos en la época clásica, dando forma a las obras que circulaban culturalmente en ese entonces.
Pero aquello que históricamente fue sostenido de forma contundente e inamovible por eruditos y teóricos de todos los tiempos, se transforma hoy en espúrea afirmación baldía. Un revelador estudio sobre el verdadero origen de la estructura de la obra en cinco actos contenida en la Poética, realizado por un marginado erudito de las letras clásicas, ha demostrado que aquel fundamental concepto no habría surgido como el intento de sistematizar la estructura de la tragedia, sino, por el contrario, como el intento de sistematizar el género humorístico del actual “chiste de salón”, denominado antiguamente “chiste de ágora”; y que por un error de interpretación imposible de hallar exactamente en el tiempo, se creyó que se hablaba del género trágico.
El segregado estudioso Eriberto Dalmacio Urtílico (conocido como E.D.U. en el circuito de las casas de altos estudios) ha revelado que esta división en cinco actos pertenecería originariamente no a la tragedia, sino a las humoradas que los filósofos y pensadores, incluido el mismo Aristóteles, contaban en el ágora en los tiempos libres, entre asamblea y asamblea. Estas humoradas constaban invariablemente de una misma acción breve realizada por un mismo personaje y repetida cinco veces, precedida por la indicación del número de acto correspondiente y un final que daba título a la obra, resemantizando retrospectivamente la pieza completa.
Entre los novedosos testimonios que rescata el iluminado Eriberto Dalmacio Urtílico se encuentra una obra que consideró síntoma del presunto declive de Aristóteles como  orador humorístico; a saber:

“Primer acto: Platón demuestra ser un hombre fuerte.
Segundo acto: Platón demuestra ser un hombre resistente.
Tercer acto: Platón demuestra ser un hombre indestructible.
Cuarto acto: Platón demuestra ser un hombre no flexible.
Quinto acto: Platón demuestra ser un hombre con brillo propio.
¿Cómo se llama la obra?: `Platón es de fierro´”.

Lamentablemente, aduce el investigador, no se han hallado pruebas de la existencia de otras piezas que pertenecieran a la etapa de florecimiento y esplendor del género humorístico del chiste de ágora; por lo que es imposible medir el ingenio y la creatividad alcanzados por los oradores.
El erudito E.D.U. describe, además, la evolución histórica del género argumentando que esos cinco actos, con el transcurrir del tiempo, se han reducido a tres (forma en la que actualmente lo conocemos) y que lo que antiguamente era relatado en un lenguaje popular elevado, hoy ha devenido en un lenguaje vulgar, preferentemente obsceno, del tipo: “Primer acto: una vieja sentada arriba de un farolito", etc., cambio fomentado por las distancias cualitativas entre culturas.

En el extenso trabajo que le valió el desprestigio y la marginación total al reconocido estudioso Urtílico, también hallamos curiosos datos sobre el generoso sentido del humor prodigado por Aristóteles. Numerosas anécdotas muestran al filósofo como exiguo triunfador en populares certámenes de chistes de ágora y hasta se nos relata un posible altercado que habría sufrido el Estagirita con su maestro Platón cuando, luego de solicitarle que mirara hacia la izquierda, el discípulo acercó silenciosamente el dedo índice a la mejilla de su educador, provocando la ira de este al regresar a su postura primera, tras hundirle la yema abruptamente en su maxilar. Nos deja entrever el señor Urtílico que esta humorada le causó a Aristóteles el distanciamiento de su maestro, hecho que lo sumió en una profunda tristeza y deterioró notablemente su ingenioso sentido del humor. Así fue como decayó su imagen pública de excelente orador humorístico, razón por demás contundente para que Aristóteles, invadido por el rencor, se burlara de su abandónico maestro creando la obra que citamos anteriormente y que, se presume, fue recibida con caras inmutables y total ausencia de risas.
Embargado en su fervor conjetural el Dr. E.D.U. llega a afirmar que ese fue el fin de la práctica del género para el filósofo, no así para otros que siguieron aportando su producción creativa y extendiendo el legado que ha llegado hasta nuestros días.
Retirado Aristóteles del ámbito de la producción literaria humorística, se dedicó, según Urtílico, a sistematizar en forma teórica la estructura del floreciente género del “chiste de ágora”, trabajo que completó con la sistematización de otros géneros coetáneos, entre ellos la tragedia, que, en rigor, cobraba en la totalidad del trabajo una relevancia mínima. Decepcionados, los teóricos solemnes y cientificistas impulsaron el equívoco de fusionar ambas sistematizaciones como si fuesen de un solo género: la tragedia.
El hecho de otorgarle mayor relevancia a la tragedia y nula (hasta la no mención) al chiste de ágora, según el Dr. E.D.U., es absolutamente impensable si conocemos realmente la figura de Aristóteles, un filósofo de profuso sentido del humor que no simpatizaba con las tragedias lacrimógenas y metafísicas.
Quizás el doctor Urtílico no hizo más que ver en la figura de Aristóteles su propia figura, quien caído ya en desprestigio, se dedicó a escribir sobre la literatura y sus géneros como una posible forma de reivindicarse en la historia.
Otro aspecto lo acerca al Estagirita: ambos fueron mal interpretados. La teoría de Aristóteles sobre las obras en cinco actos ha sido erróneamente considerada y aplicada al género de la tragedia; la teoría de Urtílico corrió una suerte similar, interpretada erróneamente por críticos y teóricos que solo vieron en ella una burla a la gran obra de Aristóteles. Ironías de la vida.
Lo cierto es que los famosos chistes de salón en tres actos colman hoy la boca de festivos y elegantes sujetos cuyo objetivo es similar al del Aristóteles y otros pensadores clásicos: entretener a la concurrencia haciendo gala de una genialidad humorística. También es cierto que nadie hasta ahora ha podido referir el origen de este género tan curioso, exceptuando al Dr. Eriberto Dalmacio Urtílico. Lo verdaderamente rescatable, si pensamos en el destino de Aristóteles y el de Urtílico, es que ambos han sido víctimas de la rigidez y la incomprensión. Pareciera que muchos grandes maestros, desde Platón hasta los teóricos actuales, están en el cuidado de algo sumamente “valioso”, quizás un lugar académico, o renombre, o quizás un respeto que nadie sabe bien por qué temen perder.
          Sería interesante preguntarse, a la luz de Aristóteles y Urtílico, de qué forma es más valioso permanecer en el tiempo. Sin duda los academicistas preferirían hacerlo a partir de la seriedad y el dogmatismo en nombre de la racionalidad, la objetividad y la verdad. Pero ante la misma pregunta, seguramente ellos dos responderían: a partir del sentido del humor.

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