
El texto que plantea por primera vez este problema es la Isagoge, de Porfirio, texto que escribe
para el estudio de la lógica y la comprensión de las categorías aristotélicas,
que resultan útiles para dividir, definir y demostrar. En él describe cinco
voces universales: género, especie, diferencia específica, propio y accidente.
Y como dice ocuparse solo del aspecto lógico, que es su objetivo, explica que
no intentará elucidar la cuestión de si los géneros y especies subsisten o
forman parte del mero pensamiento; si son corpóreos o incorpóreos y de si
subsisten separados de la realidad sensible o son inmanentes a ella. Pero
aunque señale no ocuparse de ello, sin embargo, lo hace al caracterizar
claramente los modos posibles de existencia del universal, incluso obturando él
mismo algunas opciones en su planteo, por lo que Porfirio señalaría que los
universales subsisten ontológicamente y son incorpóreos. Deja sin resolver, sí,
la cuestión de si subsisten separados de lo sensible (tesis platónica) o son
inmanentes a ello (tesis aristotélica).
Esta
introducción resulta necesaria para adentrarnos en el texto de Boecio, ya que aquellas
son las fuentes que trabaja el comentador. En su Comentario a la Isagoge de Porfirio se ocupa del carácter
ontológico del universal del que Porfirio rehúsa hablar, y encuentra en el dilema
planteado una nueva forma de abordar la cuestión. Esa novedad introducida por
Boecio es llamada “Giro gnoseológico” o “dimensión gnoseológica” y resultará
fundamental para el debate sobre la cuestión de los universales.
Veamos el texto. Boecio introduce en su Comentario la cita de Porfirio de la Isagoge en la que se detendrá, haciendo hincapié en que el autor
señaló expresamente no expedirse respecto de la naturaleza de los géneros y las
especies. Boecio retoma aquello que Porfirio dice no tratará y desglosa el
texto a partir de las tres cuestiones planteadas por este, las analiza y
argumenta contra las propuestas de Porfirio, luego se expide él mismo acerca de
su postura sobre los universales y, finalmente, enfatiza su propuesta
gnoseológica.
La primera cuestión sobre los universales (géneros y
especies) es si “(…) todo lo que el ánimo entiende o bien lo capta con un
concepto y se lo describe a sí mismo con un enunciado como algo que está
constituido en la naturaleza de las cosas, o bien se figura con la vana representación
algo que no existe” (Boecio, 2010:129). Este primer planteo que retoma el
autor, y que reformula del texto de Porfirio: “(…) si subsisten o si están solo
colocados en meros conceptos” (Porfirio en Boecio, 2010: 129), expone el dilema
de si los universales existen o son solo producto de los pensamientos, y en esa
reformulación introducida puede verse ya el giro particular que Boecio dio al
tema. Para Porfirio el universal subsiste ontológicamente, esto es, tiene
existencia real y no es producto de la imaginación de algo inexistente,
mientras que para Boecio si bien el universal tiene una dimensión ontológica,
no cierra allí su caracterización para oponerla al producto de la imaginación
sino que agrega el aspecto del “conocimiento”, es decir, del proceso en el que
el “animo entiende o capta” el concepto de las cosas, que es producto del
intelecto y que tiene entidad de existencia. El universal, entonces, ya no es
solo ontológicamente subsistente sino que lo es también gnoseológicamente. Pero
esto será abordado recién hacia el final de su Comentario.
Inmediatamente después de este primer dilema, Boecio expone
el segundo: si los universales son existentes, pueden serlo solo de dos
maneras: corpóreos o incorpóreos. Como el mismo Porfirio obtura la posibilidad
de que fuesen corpóreos, señala Boecio el tercer dilema diciendo que puede
haber dos tipos de incorpóreos, los que subsisten más allá de los cuerpos y
separados de ellos y los que no podrían existir más allá de los cuerpos.
Expuesto el problema, Boecio se dispone a pronunciarse y argumentar al
respecto.
Primero señala que “(…) los géneros y las especies no pueden
existir” (Boecio, 2012: 133). Para refutar la primera pronunciación de Porfirio
sobre la subsistencia ontológica de los universales, el filósofo realiza una
argumentación contra la imposibilidad cuantitativa de la existencia de estos. Sentencia
Boecio: “Todo lo que es común a un tiempo a muchos, no podrá ser uno; pues, lo
que es común es propio de muchos” (2012: 133), es decir, no podría existir el
género en sí mismo como uno, si está al mismo tiempo como uno en cada
particular, pues entonces sería muchos y esto impediría que fuera uno
numéricamente. Por el contrario, si el género fuese uno numéricamente, tampoco
podría ser universal, pues siendo uno común a muchos, cada particular sería una
parte de esa unidad en simultáneo, con lo cual ya no podríamos hablar de
unidad, sino de una sumatoria de unidades; ni tampoco siendo unidad podría ser
común a todos simultáneamente a lo largo del tiempo; ni ser común a todos
simultáneamente si esa unidad no es sustancial a cada particular constituyendo
su esencia. Así lo expresa el autor:
Y si hay un
cierto género uno numéricamente, no podrá ser común a muchos. En efecto, una
cosa si es común, o bien lo es respecto de sus partes, y ya no es toda común,
sino que sus partes son propias de cada uno, o bien el que sea común viene dado
por el uso de sus poseedores a través del tiempo (…) o bien resulta común a
todos a un tiempo, mas no de manera que con aquellas cosas a las que es común
constituya una sustancia (…) (2010: 135).
Por todo lo expuesto, concluye que ni el género ni los demás
predicables existen, pues no puede ser uno en lo múltiple. Y agrega que si los
universales fueran considerados como conceptos captados de los objetos
existentes, tal como la cosa existe y es entendida, en ellos se hallaría la
verdad de las cosas. Pero en este caso, habría que preguntarse nuevamente por
la naturaleza del universal, y es lo que ya se estuvo argumentando y demostrando
como inviable. Y si fuesen tomados de las cosas no como el entendimiento las
muestra sino diferentes a como son, entonces el concepto sería vacío y falso,
desde esta perspectiva.
Así cierra Boecio el cuestionamiento a los dilemas planteados
por el autor de la Isagoge, y expone
a continuación su propia postura sobre los universales.
Afirma el filósofo: “(…) no es necesario que todo concepto
que surja ciertamente del objeto, no siendo como el objeto mismo es, se
presente falso y vacío. Pues en esos solo hay una falsa opinión que resulta por
composición y no más bien conocimiento” (Boecio, 2010: 137), y con ello marca
una distinción entre imaginación e intelecto. Explica Boecio que si por
composición unimos con el entendimiento lo que “la naturaleza no tolera que
esté unido”, estaríamos ante un concepto evidentemente falso, imaginado,
inexistente. Mientras que si operáramos mediante la distinción y abstracción
(propiedades del intelecto), el concepto no necesariamente sería falso, pues
podemos distinguir y abstraer cosas que no existen separadamente del cuerpo,
pero que podemos captar y representar (por división y abstracción, nunca en sí
mismas, en forma separada). Es aquí cuando Boecio profundiza la explicación de
la dimensión gnoseológica del universal.
Para Boecio, el alma realiza a partir de los sentidos un
proceso de captación de las cosas, las cuales se le presentan confusas y
mezcladas, y el alma tiene la capacidad de distinguirlas y verlas en su
naturaleza incorpórea sin los cuerpos en los que se encuentran. Es decir,
percibimos lo incorpóreo en las cosas corpóreas con los sentidos, pero el alma,
que es de la misma naturaleza que lo
incorpóreo, logra distinguir en las cosas su semejante y abstraerlo. Por esto
mismo, para Boecio, los universales se encuentran tanto en las cosas incorpóreas, y el alma capta
directamente el concepto incorpóreo; como en las corpóreas, de las que, mediante la observación, abstrae las formas
puras: “Así cuando el ánimo recibe las cosas incorporales mezcladas en los
cuerpos, distinguiéndolas, las contempla y considera” (2010: 139).
A continuación se marca la distinción entre el modo de ser y
el modo de ser conocido (Bertelloni, 2012), pues explica que el concepto puede
presentársenos tal como la cosa es o no, y no por ello es falso, es que
simplemente al aplicar división y abstracción sobre la cosa, captamos un
universal, y el universal me permite conocer la cosa, pero esa cosa no me es
mostrada tal cual es por el universal, y que esto suceda, no implica que el
conocimiento sea falso:
(…) no todo
concepto que sea de manera diferente de cómo la cosa es, es falso; sino (…)
solo el que se obtiene en composición, como cuando uniendo hombre con caballo
se cree que el centauro existe. En cambio, el que se obtiene en distinciones, abstracciones
y asunciones de esas cosas en las que existen, no solo no es falso, antes bien
solo él puede encontrar aquello que es en su propiedad verdadero (2010: 139-141)
Finalmente, Boecio explica cuál es la naturaleza de los
universales, a partir de la dimensión gnoseológica que fue desarrollando a lo
largo del texto. Para el filósofo, el universal es posible en la trascendencia
de lo puramente ontológico, donde se pone en marcha la actividad del intelecto,
el pensamiento, a partir del proceso que origina el conocimiento. Afirma:
Y no otra
cosa debe pensarse que es la especie sino un pensamiento reunido de la
similitud sustancial de individuos disímiles en número y la del género un
pensamiento reunido de la similitud de especies. Mas esa similitud cuando está
en los individuos, es sensible; cuando está en los universales es conceptual. E
igualmente cuando es sensible, permanece en los individuos; cuando es
entendida, es universal. (2010: 141)
El pensamiento es el que reúne las similitudes presentes en
individuos particulares; la experiencia de la realidad nos permite, a través
del intelecto, llegar al universal, que muestra en el “conocimiento” su dimensión
gnoseológica. Por lo tanto, para Boecio, el universal subsiste en las cosas
sensibles, pero se entiende más allá de ellas. A partir de la consideración de
estos dos órdenes distintos en relación con el universal
(ontológico-gnoseológico) es que allana la dificultad que había encontrado en
Porfirio respecto de la imposibilidad del universal de ser uno y múltiple
(común) al mismo tiempo, y de ser corpóreos o incorpóreos:
(…) hay un
único objeto para la individualidad y la universalidad. De un modo es
universal, cuando es pensado, y de de otro, individual, cuando es percibido en
esas cosas en las que tiene su ser. (…) los géneros y las especies subsisten de
un modo y son entendidos de otro: son incorporales, pero unidos a las cosas
sensibles subsisten en ellas. Mas son entendidos como subsistiendo por sí
mismos y no teniendo su ser en otros. (2010: 141-143)
Vemos entonces cómo Boecio, a partir del cuestionamiento a
los dilemas porfirianos, encuentra una nueva vía respecto de la naturaleza de
los universales. Acerca del tercer dilema, si subsisten más allá de los cuerpos
y separados de ellos, o no podrían existir más allá de los cuerpos, se expide
por la segunda opción, ya que la primera la asocia con la posición de Platón,
quien sostiene que los géneros y especies existen más allá de lo sensible
(formas platónicas), y la segunda a Aristóteles, quien sostiene que los
universales se encuentran en las cosas sensibles, aunque se entiendan más allá
de ellas; y Boecio, aunque reconoce que se trata de un problema complejo y
profundo, concluye que, como el análisis que realiza se encuadra dentro del
estudio de las Categorías de
Aristóteles, sería más apropiado seguir su pensamiento.
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*Bibliografía primaria:
-Boecio, A. M. S. (2010). “Comentario a la Isagoge de
Porfirio. Segunda versión”, en Tursi, A. (selec.). La cuestión de los universales en la Edad Media. Selección de textos de
Porfirio, Boecio y Pedro Abelardo, Buenos Aires: Ediciones Winograd.
*Bibliografía complementaria:
-Bertelloni, F. (1995). “Status…
quod non est res: Facticidad del status como fundamento de la
universalización de lo real en Pedro de Abelardo”, Medievalia, 7-8, p. 153-175.
--------------- (2012). “El resultado del conocimiento
universal en el segundo comentario de Boecio a la Isagoge de Porfirio”, Scripta,
Vol. 5, n. 1, pp. 11-34, disponible en http://bdigital.uncu.edu.ar/objetos_digitales/4690/01-bertelloni-sm-2012.pdf
-Tursi, A. (selec.) (2010). La cuestión de los universales en la Edad Media. Selección de textos de
Porfirio, Boecio y Pedro Abelardo, Buenos Aires: Ediciones Winograd
(Estudio preliminar: Francisco Bertelloni; Introducción, traducción y notas: M.
F. Marchetto y A. Tursi).
bien explicado, me ayudo bastante
ResponderEliminar¡Me alegro de que te haya servido, Sebastián! Gracias por escribir. ¡Saludos!
EliminarMe sirvió de guía para entender el ensayo gnoseológico de Boecio, excelente artículo.
ResponderEliminarMuchas gracias, me alegra que te haya sido útil. ¡Saludos y gracias por tomarte el tiempo para comentar!
EliminarGracias por el artículo. Por si acaso tienes el libro digital de, "La cuestión de los universales en la Edad Media. Selección de textos de Porfirio, Boecio y Pedro Abelardo"
ResponderEliminar¡Hola! :) No, solo en papel. Lamento no poder ayudar. Ojalá tengas suerte con la búsqueda. ¡Saludos!
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