Decir puede ser, a veces, placentero,
pero puede, también,
ser esquivo y doloroso.
Cuántas veces decimos
sin querer decir.
Y decimos mal:
porque no "decimos" las palabras;
las palabras "nos dicen".
Prescindir de ellas
huele a trampa,
porque incluso el silencio
está lleno de sus letras.
No dejamos de Decir,
ni aun no diciendo.
Estamos, pues, EN el lenguaje,
que nos construye
y traiciona,
porque el sentido nos rehuye,
la comunicación se disuelve,
la expresión se limita,
y con ello,
nuestro mundo.
Sin embargo,
lo habitamos,
como el pájaro
que canta,
sabiendo sus alas rotas...
como enjaulados.
Noesis encarcelada, mude a Noesis espiralada
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