martes, 2 de septiembre de 2014

Ya no

Uno más. Uno más entre el montón. Como antes, cuando su rostro todavía era el mismo que el de miles. Uno más de quienes no horadan el aire, ni encienden las chispas de los ojos.
Era una pena. Porque pensó, por un momento, que iba a elevarse siempre como pluma por sobre sus pasos. Que ya no habría nunca más un peregrinar de hombres grises. Pero un día, así como se recortó del caos cotidiano, así también se fundió de nuevo en él con la informe y aburrida bruma de las obligaciones. Sin avisar. Porque sí. Imperceptiblemente.
Uno más. Ahora era uno más. Lo miró de soslayo a contrasol, sentado al borde la cama. Y era una pena.
Uno más. Ya no lo amaba.

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