sábado, 20 de septiembre de 2014

Zapatos

Miró sus zapatos. Los vio despegarse, abrirse como una boca grande en carcajada. Sus deditos flacos sintieron sobre sí la lluvia hiriente. Papá había dicho que los cuidara, que por algunos meses no habría zapatos nuevos; no podría haber zapatos nuevos. Por eso el peso del mundo se le cayó encima. Arrastró los pies hasta llegar a casa, más por el plomo de la culpa que por el dificultoso chancletear de los zapatos.
Sentado a la magra mesa, papá lo vio llegar. En silencio, miró sus pies enlutados. Y no fue el golpe, sino el abrazo, el que hizo que ambos lloraran largamente entrelazados, por la pobreza, por el otro.

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