Nicolás
Maquiavelo escribe El
Príncipe
en 1513 y reúne en este
tratado todas sus ideas políticas, que, por cierto, cambiaron la
historia de la política. Pero el filósofo y político italiano no
agota la vía de transmisión de sus ideas allí: escribe cinco años
después La
Mandrágora,
obra teatral en prosa en
cinco actos, en las que vuelca todo su ideario a sabiendas de que
sería una excelente estrategia de comunicación de sus ideas y una
carta para conseguir el favor político entre las esferas más
poderosas.
La
mente estratega de Maquiavelo transforma al teatro en propaganda
política, y para ello construye desde la trama y la caracterización
de los personajes, un claro discurso con intenciones que van más
allá del entretenimiento.
Las
obras
Luego
de sobrevivir a diversos avatares políticos, Maquiavelo logra
condensar en El
Príncipe sus principales ideas sobre la
experiencia adquirida en su puesto de la cancillería y sus
observaciones de la realidad política y social de la época. Esta
obra la dedica en su prólogo a Lorenzo de Médici, integrante de la
nobleza Florentina que aspira a competir con la burguesía, con la
intención de aconsejarlo en el arte de la política, pues ve en él
al posible gobernante que salve a Florencia de la corrupción y
decadencia en que estaba sumida.
Aparentemente
distinto es el caso de La
Mandrágora que fue escrita con el fin de
entretener y no de aconsejar, aunque los límites de ambas
finalidades se entremezclan. Por pertenecer al género de la
comedia, es de esperar que no solo divierta y distraiga, sino también
que acerque al receptor, por medio de la ironía y el humor, una
crítica social. Esto está presente en la obra, pero con un
agregado: las ideas políticas del autor. La
Mandrágora es representada por primera vez
en la corte de Lorenzo de Médici en 1518, cuando Maquiavelo ya no es
aceptado en la vida política de Florencia como el consejero que
pretende ser con El
Príncipe, sin embargo, bajo el manto de la
ficción aconseja a los receptores de la comedia dejarse seducir por
los encantos de Callímaco (Lorenzo de Médici) tal como lo hace
Lucrecia (Florencia), predicando esta vez, no cómo debe ser un buen
gobernante (como lo hizo en El
Príncipe), sino por qué razones el pueblo
debe dejarse gobernar por él.
Ambos
textos a pesar de ser escritos bajo géneros y condiciones históricas
diferentes, manifiestan una intención política coincidente:
demostrar cómo debe ser la figura del gobernante que salve a
Florencia y cómo debe hacerlo. Así, en La
Mandrágora, Maquiavelo vuelve a
manifestar sus creencias políticas, y las reformula al servicio de
la crítica social y de sus deseos políticos.
Ideas que modelan personajes
Maquiavelo
construye los personajes de La
Mandrágora
de manera tal que cada uno es una pieza diferente de un
sistema de representaciones sociales, y al mismo tiempo, con las
ideas que manifiesta en El
Príncipe, los moldea de forma tal que
caracteriza los rasgos particulares de cada uno y su rol en el
sistema mencionado. Así, nos encontramos con la representación del
buen gobernante (Príncipe), los consejeros, la Iglesia, y hasta la
misma ciudad de Florencia.
Callímaco,
personaje central de la pieza, es el prototipo del gobernante ideal
manifestado por el autor. Para Maquiavelo, un buen príncipe debe
poseer ciertas características que hagan de él, un hombre virtuoso.
Pero la virtud no basta, también debe acompañarlo la fortuna: los
que adquieren un principado por virtud, podrán mantenerlo más
fácilmente, pero no los que hayan llegado a él solo con la fortuna,
por lo que siempre deberán tener esta a su favor para conservarlo.
De este modo, señala el filósofo, los que lo adquieran por virtud
serán dignos de admiración, obteniendo de la fortuna solo la
ocasión, aunque reconoce que deben ir juntas, ya que sin fortuna no
hay posibilidad de demostrar la virtud (El
Príncipe,
ps.
90-91). Callímaco demuestra a lo largo de la obra sus
virtudes, pero además es ayudado por la fortuna, situación que el
personaje sabe aprovechar a su favor.
Vemos
en él un temperamento bestial y astuto. Los que saben utilizar la
astucia y el ingenio, piensa Maquiavelo, han superado grandes cosas,
por eso es necesario que El
Príncipe sepa actuar como hombre y como
bestia, pues “el león sabe cazar lobos y la zorra evitar las
trampas” (El
Príncipe,
p.
138), es por eso que Callímaco sabe cómo llevar
adelante su plan con astucia y si es necesario como él mismo lo
expresa, actuar de manera bestial: “(...)
no me da miedo nada y estoy dispuesto a tomar cualquier resolución
por bestial, cruda o nefanda que sea” (La
Mandrágora,
p.
193).
Por
poseer el carácter mencionado de hombre y bestia, está dispuesto a
todo, incluso a no ser bueno cuando sea necesario, algo que también
se señala en El
Príncipe (El
Príncipe, p.
130), y hasta no preocuparse de caer en vicios (crueldad) si
con ellos se evita un mal peor (El
Príncipe, p.
131).
Como
un buen príncipe, Callímaco procura llevarse bien con todos, y
volverse enemigo de la menor cantidad de hombres posibles: “(...)
vivía muy tranquilo, ayudando a todo el mundo y procurando no
ofender a nadie; de manera que creo que era bien visto por burgueses,
gentilhombres, forasteros y conciudadanos, pobres y ricos” (La
Mandrágora, p.
188); pues, como lo
reitera Maquiavelo en varias oportunidades, un príncipe prudente
debe tener el favor del pueblo y no desesperar a los poderosos (El
Príncipe, p.
144).
Poseedor
de las virtudes y del carácter que para Maquiavelo debe tener un
buen príncipe, el eje central de la trama es Callímaco, por llevar
a cabo con un gran engaño una empresa prácticamente imposible:
conquistar a Lucrecia. Es este el rasgo que más eleva al personaje
ya que para el autor, nada hace estimar tanto a un príncipe como las
grandes empresas o dar de sí ejemplos extraordinarios, puesto que
las cosas grandes producen admiración y suspenso en los súbditos
pendientes del resultado final, por lo que es difícil que haya
conspiraciones (El
Príncipe, p.
159); por este motivo, los consejeros de Callímaco, Siro y
Ligurio, se mantienen fieles a él y le manifiestan su admiración:
“Ligurio.- No dudes de mi lealtad, porque aun cuando no hubiera de
sacar de este asunto todo cuanto tú prometes y espero, me he
compenetrado tan bien contigo que siento casi tanto interés como tú
por lograr nuestro empeño (...)” (La
Mandrágora, p.
193); “Siro.-(...) Este embaucador de Ligurio y el
enloquecido de mi amo le están preparando una buena trampa. Y, la
verdad, no me molesta, siempre, claro, que no venga a saberse, porque
sabiéndose peligra mi vida (…)” (La
Mandrágora, p.
201).
Un
príncipe prudente debe encontrar la forma de que sus ciudadanos
siempre necesiten de él y del estado, así le serán fieles (El
Príncipe, p.
109), y Callímaco se asegura de ello, su sirviente depende
de él y de su secreto, Ligurio obtendrá beneficios económicos al
igual que el fraile, y Nicias le debe la supuesta futura paternidad.
Para
Maquiavelo, un príncipe debe pedir consejo cuando él lo desee, y
no cuando los demás quieran dárselo, debe escucharlos atentamente,
pero vengan de quien vengan los buenos consejos siempre nacerán de
la prudencia de
el príncipe (El
Príncipe, p.
167), es por eso que Callímaco acepta los consejos con
prudencia, y hasta pone un límite de autoridad cuando llega a
aclararle a su sirviente que no busca consejo sino desahogo, ante la
intención de Siro de aconsejarlo por su propia voluntad: “No te
he contado todo eso para que me aconsejes, sino en parte para
desahogarme y para que te prepares a ayudarme cuando venga el
momento” (La
Mandrágora, p.
189).
Como
hemos visto hasta aquí, Maquiavelo utiliza las ideas de El
Príncipe para darle a Callímaco todas las
características de buen gobernante, y demostrar que para llevar
adelante una empresa tan difícil, es necesario contar con virtud y
fortuna, pero sobre todo, con astucia. No olvidemos que la comedia
fue presentada en la corte de Lorenzo de Médici, quien es para el
autor el posible salvador de Florencia, representante de la nobleza
capaz de llevar a cabo la gran empresa, combatiendo el poder de la
burguesía.
El
personaje de Nicias es la contracara de Callímaco. Mediante la voz
de los personajes se lo describe como simple, tonto, crédulo y poco
virtuoso, exactamente la contrapartida de las características del
buen príncipe. Es el engañado en la trama de la comedia, quien
pierde el poder y el honor por su poco talento, por fiarse de los
malos consejeros y no poseer la virtud para mantener lo suyo.
Maquiavelo caracteriza esta figura diciendo que los particulares que
llegan al principado por fortuna (por dinero o voluntad del que lo
concede), no encuentran obstáculos para obtenerlo, pero no saben ni
pueden mantener el poder, pues no tienen virtud y carecen de apoyo
para hacerlo (El
Príncipe, p.
93-94). Así vemos que los personajes se burlan constantemente
de él y lo juzgan con los peores defectos: “Ligurio.- No creo que
haya en el mundo un hombre más tonto que este (...) Ya sabes sus
cualidades; poca prudencia y menos ánimo(...)” (La
Mandrágora, p.
192).
Callímaco
hasta llega a bromear acerca de su hombría lo que para Maquiavelo
implica ser un hombre despreciable pues, a un hombre lo hace
despreciable ser considerado voluble, frívolo, afeminado,
pusilánime; y en los asuntos privados debe procurar que sus súbditos
no piensen en engañarle ni confundirle (El
Príncipe, p.
142), cosa que Nicias no sabe evitar ya que Ligurio lo engaña
y se abusa de él, se entromete en sus asuntos y lo cuestiona,
dejando en claro su falta de prudencia por no saber manejar a su
consejero. Ligurio llega a recriminar directamente a Nicias que
personas como él no saben tratar con la Iglesia, justamente, por su
falta de astucia: “Ligurio.- Esos frailes son astutos y marrulleros
(...); porque gentes como vos, que pasan días enteros en su estudio,
saben mucho de libros pero a menudo no saben nada de las cosas de
este mundo. (Es tan imbécil que sería capaz de estropearlo todo)”
(La
Mandrágora,
p.
208).
Maquiavelo
escribe en El
Príncipe que, cuando todos pueden decirte la
verdad, te faltan el respeto (El
Príncipe, p.
166), es evidente, por lo tanto, la falta de autoridad de
Nicias ante su consejero. También expresa muy claramente que el
juicio que se forma de la inteligencia de un señor se basa en la
gente que lo rodea; cuando son competentes y sabios es porque
reconocen la capacidad de los demás, y si no sabe reconocer la
naturaleza de quienes lo rodean es porque carece de la prudencia y de
la virtud para hacerlo (El
Príncipe, p.
164), la idea es
suficiente para evidenciar cómo caracteriza el autor a los
personajes antagónicos y qué imagen busca mostrar de cada uno.
Podemos
ver en el personaje de Nicias la burla que Maquiavelo dirige a la
burguesía por la falta de talento y astucia, por ser incapaz de
cambiar y combatir la corrupción y decadencia de Florencia.
Tanto
Ligurio como Siro representan el tipo de los consejeros del
príncipe.
Uno embaucador y astuto, el otro prudente y fiel, se relacionan con
Callímaco y Nicias de manera tal que resaltan las características
de cada antagonista.
Siro
es leal y cauteloso con Callímaco, se comporta exactamente como un
buen consejero debe comportarse con su príncipe: “Siro.- Soy
vuestro criado y los sirvientes no deben preguntar nunca nada a sus
amos ni meterse en sus asuntos, pero cuando estos quieren hacerles
partícipes han de servirles con lealtad como yo siempre he hecho y
he de hacer ahora” (La
Mandrágora, p.
187). Mantiene su actitud fiel y prudente durante toda la
obra. Ayuda sin condición a Callímaco a llevar a cabo el engaño,
aunque no deja de sentir sobre sí la autoridad de su señor, pues
este se la recuerda en determinado momento de la comedia:
“Callímaco.- Oye, Siro, esta noche harás todo cuanto te diga
Ligurio; haz cuenta que quien te manda soy yo y todo cuanto veas,
sientas u oigas, lo has de mantener en secreto, si estimas en algo
mis bienes, mi honor, mi vida y tu bienestar” (La
Mandrágora, p.
227). Como buen consejero, advierte a Callímaco sobre Ligurio
y su forma de ser: “Siro.- aseguraos de que no os engañe; esos
gorrones no suelen ser gente de fiar” (La
Mandrágora, p.
190); y él, como buen
príncipe, escucha el consejo pero obra según su parecer demostrando
que con su prudencia e inteligencia conseguirá ponerse a Ligurio a
su favor, ya que, según Maquiavelo, los príncipes se hacen grandes
cuando superan grandes oposiciones, encuentran más lealtad y
utilidad en los hombres considerados sospechosos, pues están
obligados a servirle con lealtad ya que les es necesario cambiar la
opinión que el
príncipe
tenga de ellos (El
Príncipe,
ps.
156-157).
De
esta forma, Callímaco logra que Ligurio lo aconseje para llevar a
cabo su plan, y el consejero que se burla de Nicias y lo aconseja de
muy mala manera, cambia de actitud ante el personaje virtuoso,
ayudándolo incluso hasta a prevenir posibles problemas en su gran
empresa, cuando le aconseja cambiar el plan de ir a los baños por
otro que él le ayudaría a llevar a cabo. Pero la actitud de
prevenir no solo la tiene el astuto consejero, sino también Siro
cuando se lamenta por no haberlo podido aconsejar a Callímaco
para prevenir que se enamorara de Lucrecia. Esta idea la expresa el
autor en El
Príncipe cuando expone que todo príncipe sabio
debe preocuparse no solo de los problemas presentes, sino de los
futuros, procurando evitarlos (El
Príncipe, p.
80).
Finalmente,
ambos consejeros enaltecen con su ayuda a Callímaco pero burlan y
deshonran a Nicias, generando más claridad en el contraste de las
figuras: el mal aconsejado y no respetado fracasa, en cambio, el que
sabe manejar a su gente y utiliza la prudencia y la inteligencia,
saldrá vencedor.
Fray
Timoteo encarna una evidente burla a la Iglesia. Los mismos
personajes resaltan su actitud corrupta y los hechos evidencian que
es capaz de justificar cualquier cosa con sus fervorosos discursos
argumentativos.
Maquiavelo
en El
Príncipe ironiza sobre la capacidad de gobernar de
la Iglesia (El
Príncipe, p.
112), y dice que si
hay que pactar con los corrompidos para satisfacerlos con el fin de
mantener el Estado, se debe hacer (El
Príncipe, p.
148). Ligurio sabiendo de su carácter corrupto involucra a
Timoteo en el engaño: “Callímaco.- ¿Y quién persuadirá al
confesor? // Ligurio.- Tú, yo, el dinero, nuestra malicia y la de
ellos” (La
Mandrágora, p.
205); “Ligurio.- Sois la clase de religioso que esperaba que
fuéseis. Sois como imaginaba. (...)” (La
Mandrágora, p.
212).
Fray
Timoteo acepta, pues saca beneficio de ello, y sin ningún
escrúpulo, calcula sus ventajas y con largas argumentaciones
convence a Lucrecia para que acceda a tomar la poción de Mandrágora.
Justifica su miedo y su mal proceder escudándose en la idea ya
expresada de que si la mayoría desea algo, todos procurarán que eso
llegue a buen término.
Lucrecia
es el personaje femenino, motor de la trama de la comedia.
Caracterizada como honesta, virtuosa y temida (rasgo valorado por
Maquiavelo en El
Príncipe) es deseada por Callímaco con ansias de
poseerla:
“Callímaco.-
(...) mi mayor enemigo lo tengo en su manera de ser, porque esta
mujer es la honestidad personificada: lo ignora todo de las intrigas
del amor. Tiene además un marido riquísimo, que se deja dominar en
todo por ella y que, si bien no es joven, tampoco es tan viejo como
podría parecer. (…) Ningún artesano pone el pie en su casa; y no
hay en ella sirvienta o criado que no le tema, así que ya ves, no
hay ocasión para soborno alguno” (La
Mandrágora, p.
189)
En
relación con la actitud de dejarse gobernar por el impetuoso
Callímaco, hallamos en El
Príncipe un fragmento donde habla de la fortuna y
expresa que, es mejor ser impetuoso que circunspecto porque la
fortuna es mujer y es necesario arremeter contra ella, pues se dejará
vencer más fácilmente por el impetuoso que por el que actúa con
frialdad, ya que al ser mujer es amiga de los jóvenes porque son más
feroces y dominan con audacia (El
Príncipe, p.
174); a pesar de
hablar expresamente de la fortuna, podemos decir que es perfectamente
aplicable a la actitud y los pensamientos del personaje de Lucrecia:
“Callímaco.-(...)
comprendió la diferencia que existía entre yacer conmigo y con
Micer Nicias, y entre los besos de un amante joven y los de un marido
viejo, después de unos cuantos suspiros dijo: «Ya que tu astucia,
la estupidez de mi marido, la simpleza de mi madre, y la avaricia de
mi confesor me han llevado a hacer algo que por mí misma nunca
habría hecho, quiero creer que sea celeste disposición el que así
haya sido, y que yo no soy quien para rehusar lo que el cielo quiere
que acepte. Así que te tomo como señor, amo y guía (...)” (La
Mandrágora, p.
239).
A
mujer tan virtuosa solo podrá gobernarla un hombre con el temple de
un buen príncipe, es así como Lucrecia solo cederá a los encantos
de Callímaco, tal como Florencia (ciudad tan amada por Maquiavelo)
sería bien gobernada solo por el que tuviera la astucia y virtud
suficientes, y para ello fue aconsejado Lorenzo de Médici por el
mismo Maquiavelo, para que pudiera rescatar a Florencia de las manos
gobernantes de la ineficiente burguesía.
El
Príncipe en la configuración de la trama de La
Mandrágora
Si
bien a lo largo del análisis de los personajes se fue vislumbrando
cómo se compone la trama en cuanto a las ideas de El
Príncipe, es interesante recalcar algunas ideas
que surgen a un nivel más general del análisis.
La
comedia se desarrolla a partir del deseo de un hombre virtuoso de
poseer a una mujer honesta y bellísima. Para poder acceder a ella
debe sortear una dificultad: descalificar a su marido, un hombre poco
virtuoso y simple. La fortuna ayuda al personaje generando una
debilidad entre el matrimonio, la que le brindará la oportunidad de
proceder para separarlos y obtener a la mujer, esa debilidad es tener
hijos. El hombre prudente, guiado por sus consejeros lleva a cabo un
plan que consiste en engañar a cualquier precio al marido y a la
mujer para poder entrar en la casa de ambos y así llegar hasta ella.
Realiza lo planeado, y una vez descubierto el engaño ante ella, la
mujer premia al hombre virtuoso por su astucia y por hacerla tomar
conciencia de la mediocridad de cuanto la rodea. De esto podemos
hacer una perfecta correspondencia con las intenciones de Maquiavelo,
tal como lo fuimos diciendo: Una maravillosa ciudad debe dejarse
conquistar por un hombre virtuoso, dispuesto a todo, y despreciar a
quienes por su ineficiencia y corrupción la llevan por el mal
camino.
Además
de este sistema perfecto de identidades, hallamos algunas ideas que
se dan implícitamente en la comedia y que están mencionadas en El
Príncipe.
a)
Idea de la mayoría:
Siempre
se debe tener en cuenta el bien de la mayoría y su deseo. Si la
mayoría está conforme, no hay oposición a que las cosas resulten
como el gobernante lo desea. En La
Mandrágora la idea se aprecia en el hecho que
Callímaco sea apoyado en el engaño por la mayoría, y hasta el
mismo fraile lo hace manifiesto: “Fray Timoteo.- (…) me consuelo
pensando que cuando una cosa interesa a muchos, muchos han de ser los
que procuren que llegue a buen fin.(...)” (La
Mandrágora, p.
228).
En
El
Príncipe encontramos la misma idea, por ejemplo
cuando se menciona que a un príncipe le conviene contar con la
amistad del pueblo (El
Príncipe, p.
108); o que no se debe
preocupar de ser cruel, si la crueldad perjudica solo a los menos
para evitar desordenes mayores (El
Príncipe, p.
134); y tambien en que debe tener el favor del pueblo y no desesperar
a los poderosos (El
Príncipe, p.
144)
b)
Cualquier método es válido:
La
maldad, la crueldad, el engaño, el soborno, todo vale para conseguir
el fin deseado. Las ideas que ejemplifican esto fueron citadas a lo
largo del trabajo, pero queda por referir lo siguiente: escribe
Maquiavelo que pocos pueden percibir lo que no eres y no se atreverán
a ir contra la mayoría que tiene más poder, si el
príncipe procura ganar el Estado y conservarlo,
los medios serán juzgados honorables pues el vulgo se deja cautivar
por la apariencia y el éxito (El
Príncipe, p.
141).
c)
La astucia y la virtud de engañar:
Callímaco,
por ser virtuoso, tiene la capacidad de enredar en su engaño a
todos, y triunfar por eso en la empresa más difícil. Principalmente
engaña a Nicias, quien se deja deslumbrar por su apariencia; al
respecto, Maquiavelo en El
Príncipe dice que hay que saber simular la
naturaleza de zorra, los hombres son crédulos y sumisos a las
necesidades del momento y el engaño encontrará siempre alguien que
se deje engañar (El
Príncipe, p.
139).
d)
Triunfa el que se adapta a la fortuna:
Maquiavelo
sostiene que hay que acomodar la forma de proceder a la fortuna, es
decir, a las circunstancias del momento, para poder triunfar (El
Príncipe, p.
172), esto es muy
característico de Callímaco y Ligurio, a lo largo de toda la
comedia.
e)
Tomar por bueno lo menos malo:
Es
un argumento utilizado en dos oportunidades para convencer a Lucrecia
del engaño, y es una idea que abunda en El
Príncipe. En este caso, podemos considerar que es
una de las pocas frases que se repiten casi literalmente:
“Sostrata.- Siempre he oído decir que es propio del prudente
escoger, de entre dos males, el menor.(...)” (La
Mandrágora, p.
207); “(...) pero la
prudencia consiste en saber conocer la naturaleza de los
inconvenientes y tomar por bueno el menos malo” (El
Príncipe, p.
163).
Como
se ha visto hasta aquí, la intertextualidad se presenta también en
pequeñas ideas que resemantizan la trama general de la comedia,
dotando de sentido a los personajes y con ellos a las situaciones que
generan.
Breve
recapitulación
Maquiavelo
expresa en su obra El
Príncipe todo un sistema de ideas políticas al
servicio de hacer pública su doctrina y de aconsejar a Lorenzo de
Médici para ser un buen gobernante. El mismo caudal de ideas se
presenta en La
Mandrágora, esta vez no como una obra política,
sino bajo el género de la comedia, pero con el mismo fin de hacer
público su pensamiento y expresar una vez más que Italia (en este
caso Florencia) puede ser rescatada de su decadencia por un hombre
virtuoso y astuto que hará lo suyo para gobernarla. Esto significa
que Lorenzo de Médici puede lograrlo, pero siempre con la ayuda de
un fiel y buen consejero, lo que posiciona a Maquiavelo como un
hombre capaz para ese puesto político.
Aunque
el género está concebido para divertir no deja de lado la crítica
social y la manifestación ideológica, divierte pero a su vez
adoctrina e invita a dejarse seducir por el arte de la política.
Se
podría decir que La
Mandrágora es una puesta en práctica ficcional de
las ideas políticas de El
Príncipe; es una forma de mostrar cómo funcionan
insertas en un mundo social (absolutamente reflejado por los
personajes) sus concepciones ideológicas.
Maquiavelo,
a través de la intertextualidad logra dar forma con sus ideas a los
tipos sociales más representativos de Florencia y expresa mediante
la acción ficcional, sus anhelos políticos y una realidad social
crítica.
Maquiavelo,
Nicolás (1997). El
Príncipe y La
Mandrágora,
Madrid, Cátedra (traducción y Prólogos de Helena Puigdoménech)
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