miércoles, 24 de febrero de 2016

Las ideas políticas de Maquiavelo: del tratado político al teatro

Nicolás Maquiavelo escribe El Príncipe en 1513 y reúne en este tratado todas sus ideas políticas, que, por cierto, cambiaron la historia de la política. Pero el filósofo y político italiano no agota la vía de transmisión de sus ideas allí: escribe cinco años después La Mandrágora, obra teatral en prosa en cinco actos, en las que vuelca todo su ideario a sabiendas de que sería una excelente estrategia de comunicación de sus ideas y una carta para conseguir el favor político entre las esferas más poderosas.
La mente estratega de Maquiavelo transforma al teatro en propaganda política, y para ello construye desde la trama y la caracterización de los personajes, un claro discurso con intenciones que van más allá del entretenimiento.

Las obras
Luego de sobrevivir a diversos avatares políticos, Maquiavelo logra condensar en El Príncipe sus principales ideas sobre la experiencia adquirida en su puesto de la cancillería y sus observaciones de la realidad política y social de la época. Esta obra la dedica en su prólogo a Lorenzo de Médici, integrante de la nobleza Florentina que aspira a competir con la burguesía, con la intención de aconsejarlo en el arte de la política, pues ve en él al posible gobernante que salve a Florencia de la corrupción y decadencia en que estaba sumida.
Aparentemente distinto es el caso de La Mandrágora que fue escrita con el fin de entretener y no de aconsejar, aunque los límites de ambas finalidades se entremezclan. Por pertenecer al género de la comedia, es de esperar que no solo divierta y distraiga, sino también que acerque al receptor, por medio de la ironía y el humor, una crítica social. Esto está presente en la obra, pero con un agregado: las ideas políticas del autor. La Mandrágora es representada por primera vez en la corte de Lorenzo de Médici en 1518, cuando Maquiavelo ya no es aceptado en la vida política de Florencia como el consejero que pretende ser con El Príncipe, sin embargo, bajo el manto de la ficción aconseja a los receptores de la comedia dejarse seducir por los encantos de Callímaco (Lorenzo de Médici) tal como lo hace Lucrecia (Florencia), predicando esta vez, no cómo debe ser un buen gobernante (como lo hizo en El Príncipe), sino por qué razones el pueblo debe dejarse gobernar por él.
Ambos textos a pesar de ser escritos bajo géneros y condiciones históricas diferentes, manifiestan una intención política coincidente: demostrar cómo debe ser la figura del gobernante que salve a Florencia y cómo debe hacerlo. Así, en La Mandrágora, Maquiavelo vuelve a manifestar sus creencias políticas, y las reformula al servicio de la crítica social y de sus deseos políticos.

Ideas que modelan personajes
Maquiavelo construye los personajes de La Mandrágora de manera tal que cada uno es una pieza diferente de un sistema de representaciones sociales, y al mismo tiempo, con las ideas que manifiesta en El Príncipe, los moldea de forma tal que caracteriza los rasgos particulares de cada uno y su rol en el sistema mencionado. Así, nos encontramos con la representación del buen gobernante (Príncipe), los consejeros, la Iglesia, y hasta la misma ciudad de Florencia.
Callímaco, personaje central de la pieza, es el prototipo del gobernante ideal manifestado por el autor. Para Maquiavelo, un buen príncipe debe poseer ciertas características que hagan de él, un hombre virtuoso. Pero la virtud no basta, también debe acompañarlo la fortuna: los que adquieren un principado por virtud, podrán mantenerlo más fácilmente, pero no los que hayan llegado a él solo con la fortuna, por lo que siempre deberán tener esta a su favor para conservarlo. De este modo, señala el filósofo, los que lo adquieran por virtud serán dignos de admiración, obteniendo de la fortuna solo la ocasión, aunque reconoce que deben ir juntas, ya que sin fortuna no hay posibilidad de demostrar la virtud (El Príncipe, ps. 90-91). Callímaco demuestra a lo largo de la obra sus virtudes, pero además es ayudado por la fortuna, situación que el personaje sabe aprovechar a su favor.
Vemos en él un temperamento bestial y astuto. Los que saben utilizar la astucia y el ingenio, piensa Maquiavelo, han superado grandes cosas, por eso es necesario que El Príncipe sepa actuar como hombre y como bestia, pues “el león sabe cazar lobos y la zorra evitar las trampas” (El Príncipe, p. 138), es por eso que Callímaco sabe cómo llevar adelante su plan con astucia y si es necesario como él mismo lo expresa, actuar de manera bestial: “(...) no me da miedo nada y estoy dispuesto a tomar cualquier resolución por bestial, cruda o nefanda que sea” (La Mandrágora, p. 193).
Por poseer el carácter mencionado de hombre y bestia, está dispuesto a todo, incluso a no ser bueno cuando sea necesario, algo que también se señala en El Príncipe (El Príncipe, p. 130), y hasta no preocuparse de caer en vicios (crueldad) si con ellos se evita un mal peor (El Príncipe, p. 131).
Como un buen príncipe, Callímaco procura llevarse bien con todos, y volverse enemigo de la menor cantidad de hombres posibles: “(...) vivía muy tranquilo, ayudando a todo el mundo y procurando no ofender a nadie; de manera que creo que era bien visto por burgueses, gentilhombres, forasteros y conciudadanos, pobres y ricos” (La Mandrágora, p. 188); pues, como lo reitera Maquiavelo en varias oportunidades, un príncipe prudente debe tener el favor del pueblo y no desesperar a los poderosos (El Príncipe, p. 144).
Poseedor de las virtudes y del carácter que para Maquiavelo debe tener un buen príncipe, el eje central de la trama es Callímaco, por llevar a cabo con un gran engaño una empresa prácticamente imposible: conquistar a Lucrecia. Es este el rasgo que más eleva al personaje ya que para el autor, nada hace estimar tanto a un príncipe como las grandes empresas o dar de sí ejemplos extraordinarios, puesto que las cosas grandes producen admiración y suspenso en los súbditos pendientes del resultado final, por lo que es difícil que haya conspiraciones (El Príncipe, p. 159); por este motivo, los consejeros de Callímaco, Siro y Ligurio, se mantienen fieles a él y le manifiestan su admiración: “Ligurio.- No dudes de mi lealtad, porque aun cuando no hubiera de sacar de este asunto todo cuanto tú prometes y espero, me he compenetrado tan bien contigo que siento casi tanto interés como tú por lograr nuestro empeño (...)” (La Mandrágora, p. 193); “Siro.-(...) Este embaucador de Ligurio y el enloquecido de mi amo le están preparando una buena trampa. Y, la verdad, no me molesta, siempre, claro, que no venga a saberse, porque sabiéndose peligra mi vida (…)” (La Mandrágora, p. 201).
Un príncipe prudente debe encontrar la forma de que sus ciudadanos siempre necesiten de él y del estado, así le serán fieles (El Príncipe, p. 109), y Callímaco se asegura de ello, su sirviente depende de él y de su secreto, Ligurio obtendrá beneficios económicos al igual que el fraile, y Nicias le debe la supuesta futura paternidad.
Para Maquiavelo, un príncipe debe pedir consejo cuando él lo desee, y no cuando los demás quieran dárselo, debe escucharlos atentamente, pero vengan de quien vengan los buenos consejos siempre nacerán de la prudencia de el príncipe (El Príncipe, p. 167), es por eso que Callímaco acepta los consejos con prudencia, y hasta pone un límite de autoridad cuando llega a aclararle a su sirviente que no busca consejo sino desahogo, ante la intención de Siro de aconsejarlo por su propia voluntad: “No te he contado todo eso para que me aconsejes, sino en parte para desahogarme y para que te prepares a ayudarme cuando venga el momento” (La Mandrágora, p. 189).
Como hemos visto hasta aquí, Maquiavelo utiliza las ideas de El Príncipe para darle a Callímaco todas las características de buen gobernante, y demostrar que para llevar adelante una empresa tan difícil, es necesario contar con virtud y fortuna, pero sobre todo, con astucia. No olvidemos que la comedia fue presentada en la corte de Lorenzo de Médici, quien es para el autor el posible salvador de Florencia, representante de la nobleza capaz de llevar a cabo la gran empresa, combatiendo el poder de la burguesía.
El personaje de Nicias es la contracara de Callímaco. Mediante la voz de los personajes se lo describe como simple, tonto, crédulo y poco virtuoso, exactamente la contrapartida de las características del buen príncipe. Es el engañado en la trama de la comedia, quien pierde el poder y el honor por su poco talento, por fiarse de los malos consejeros y no poseer la virtud para mantener lo suyo. Maquiavelo caracteriza esta figura diciendo que los particulares que llegan al principado por fortuna (por dinero o voluntad del que lo concede), no encuentran obstáculos para obtenerlo, pero no saben ni pueden mantener el poder, pues no tienen virtud y carecen de apoyo para hacerlo (El Príncipe, p. 93-94). Así vemos que los personajes se burlan constantemente de él y lo juzgan con los peores defectos: “Ligurio.- No creo que haya en el mundo un hombre más tonto que este (...) Ya sabes sus cualidades; poca prudencia y menos ánimo(...)” (La Mandrágora, p. 192).
Callímaco hasta llega a bromear acerca de su hombría lo que para Maquiavelo implica ser un hombre despreciable pues, a un hombre lo hace despreciable ser considerado voluble, frívolo, afeminado, pusilánime; y en los asuntos privados debe procurar que sus súbditos no piensen en engañarle ni confundirle (El Príncipe, p. 142), cosa que Nicias no sabe evitar ya que Ligurio lo engaña y se abusa de él, se entromete en sus asuntos y lo cuestiona, dejando en claro su falta de prudencia por no saber manejar a su consejero. Ligurio llega a recriminar directamente a Nicias que personas como él no saben tratar con la Iglesia, justamente, por su falta de astucia: “Ligurio.- Esos frailes son astutos y marrulleros (...); porque gentes como vos, que pasan días enteros en su estudio, saben mucho de libros pero a menudo no saben nada de las cosas de este mundo. (Es tan imbécil que sería capaz de estropearlo todo)” (La Mandrágora, p. 208).
Maquiavelo escribe en El Príncipe que, cuando todos pueden decirte la verdad, te faltan el respeto (El Príncipe, p. 166), es evidente, por lo tanto, la falta de autoridad de Nicias ante su consejero. También expresa muy claramente que el juicio que se forma de la inteligencia de un señor se basa en la gente que lo rodea; cuando son competentes y sabios es porque reconocen la capacidad de los demás, y si no sabe reconocer la naturaleza de quienes lo rodean es porque carece de la prudencia y de la virtud para hacerlo (El Príncipe, p. 164), la idea es suficiente para evidenciar cómo caracteriza el autor a los personajes antagónicos y qué imagen busca mostrar de cada uno.
Podemos ver en el personaje de Nicias la burla que Maquiavelo dirige a la burguesía por la falta de talento y astucia, por ser incapaz de cambiar y combatir la corrupción y decadencia de Florencia.
Tanto Ligurio como Siro representan el tipo de los consejeros del príncipe. Uno embaucador y astuto, el otro prudente y fiel, se relacionan con Callímaco y Nicias de manera tal que resaltan las características de cada antagonista.
Siro es leal y cauteloso con Callímaco, se comporta exactamente como un buen consejero debe comportarse con su príncipe: “Siro.- Soy vuestro criado y los sirvientes no deben preguntar nunca nada a sus amos ni meterse en sus asuntos, pero cuando estos quieren hacerles partícipes han de servirles con lealtad como yo siempre he hecho y he de hacer ahora” (La Mandrágora, p. 187). Mantiene su actitud fiel y prudente durante toda la obra. Ayuda sin condición a Callímaco a llevar a cabo el engaño, aunque no deja de sentir sobre sí la autoridad de su señor, pues este se la recuerda en determinado momento de la comedia: “Callímaco.- Oye, Siro, esta noche harás todo cuanto te diga Ligurio; haz cuenta que quien te manda soy yo y todo cuanto veas, sientas u oigas, lo has de mantener en secreto, si estimas en algo mis bienes, mi honor, mi vida y tu bienestar” (La Mandrágora, p. 227). Como buen consejero, advierte a Callímaco sobre Ligurio y su forma de ser: “Siro.- aseguraos de que no os engañe; esos gorrones no suelen ser gente de fiar” (La Mandrágora, p. 190); y él, como buen príncipe, escucha el consejo pero obra según su parecer demostrando que con su prudencia e inteligencia conseguirá ponerse a Ligurio a su favor, ya que, según Maquiavelo, los príncipes se hacen grandes cuando superan grandes oposiciones, encuentran más lealtad y utilidad en los hombres considerados sospechosos, pues están obligados a servirle con lealtad ya que les es necesario cambiar la opinión que el príncipe tenga de ellos (El Príncipe, ps. 156-157).
De esta forma, Callímaco logra que Ligurio lo aconseje para llevar a cabo su plan, y el consejero que se burla de Nicias y lo aconseja de muy mala manera, cambia de actitud ante el personaje virtuoso, ayudándolo incluso hasta a prevenir posibles problemas en su gran empresa, cuando le aconseja cambiar el plan de ir a los baños por otro que él le ayudaría a llevar a cabo. Pero la actitud de prevenir no solo la tiene el astuto consejero, sino también Siro cuando se lamenta por no haberlo podido aconsejar a Callímaco para prevenir que se enamorara de Lucrecia. Esta idea la expresa el autor en El Príncipe cuando expone que todo príncipe sabio debe preocuparse no solo de los problemas presentes, sino de los futuros, procurando evitarlos (El Príncipe, p. 80).
Finalmente, ambos consejeros enaltecen con su ayuda a Callímaco pero burlan y deshonran a Nicias, generando más claridad en el contraste de las figuras: el mal aconsejado y no respetado fracasa, en cambio, el que sabe manejar a su gente y utiliza la prudencia y la inteligencia, saldrá vencedor.
Fray Timoteo encarna una evidente burla a la Iglesia. Los mismos personajes resaltan su actitud corrupta y los hechos evidencian que es capaz de justificar cualquier cosa con sus fervorosos discursos argumentativos.
Maquiavelo en El Príncipe ironiza sobre la capacidad de gobernar de la Iglesia (El Príncipe, p. 112), y dice que si hay que pactar con los corrompidos para satisfacerlos con el fin de mantener el Estado, se debe hacer (El Príncipe, p. 148). Ligurio sabiendo de su carácter corrupto involucra a Timoteo en el engaño: “Callímaco.- ¿Y quién persuadirá al confesor? // Ligurio.- Tú, yo, el dinero, nuestra malicia y la de ellos” (La Mandrágora, p. 205); “Ligurio.- Sois la clase de religioso que esperaba que fuéseis. Sois como imaginaba. (...)” (La Mandrágora, p. 212).
Fray Timoteo acepta, pues saca beneficio de ello, y sin ningún escrúpulo, calcula sus ventajas y con largas argumentaciones convence a Lucrecia para que acceda a tomar la poción de Mandrágora. Justifica su miedo y su mal proceder escudándose en la idea ya expresada de que si la mayoría desea algo, todos procurarán que eso llegue a buen término.
Lucrecia es el personaje femenino, motor de la trama de la comedia. Caracterizada como honesta, virtuosa y temida (rasgo valorado por Maquiavelo en El Príncipe) es deseada por Callímaco con ansias de poseerla:
Callímaco.- (...) mi mayor enemigo lo tengo en su manera de ser, porque esta mujer es la honestidad personificada: lo ignora todo de las intrigas del amor. Tiene además un marido riquísimo, que se deja dominar en todo por ella y que, si bien no es joven, tampoco es tan viejo como podría parecer. (…) Ningún artesano pone el pie en su casa; y no hay en ella sirvienta o criado que no le tema, así que ya ves, no hay ocasión para soborno alguno” (La Mandrágora, p. 189)
En relación con la actitud de dejarse gobernar por el impetuoso Callímaco, hallamos en El Príncipe un fragmento donde habla de la fortuna y expresa que, es mejor ser impetuoso que circunspecto porque la fortuna es mujer y es necesario arremeter contra ella, pues se dejará vencer más fácilmente por el impetuoso que por el que actúa con frialdad, ya que al ser mujer es amiga de los jóvenes porque son más feroces y dominan con audacia (El Príncipe, p. 174); a pesar de hablar expresamente de la fortuna, podemos decir que es perfectamente aplicable a la actitud y los pensamientos del personaje de Lucrecia:
Callímaco.-(...) comprendió la diferencia que existía entre yacer conmigo y con Micer Nicias, y entre los besos de un amante joven y los de un marido viejo, después de unos cuantos suspiros dijo: «Ya que tu astucia, la estupidez de mi marido, la simpleza de mi madre, y la avaricia de mi confesor me han llevado a hacer algo que por mí misma nunca habría hecho, quiero creer que sea celeste disposición el que así haya sido, y que yo no soy quien para rehusar lo que el cielo quiere que acepte. Así que te tomo como señor, amo y guía (...)” (La Mandrágora, p. 239).
A mujer tan virtuosa solo podrá gobernarla un hombre con el temple de un buen príncipe, es así como Lucrecia solo cederá a los encantos de Callímaco, tal como Florencia (ciudad tan amada por Maquiavelo) sería bien gobernada solo por el que tuviera la astucia y virtud suficientes, y para ello fue aconsejado Lorenzo de Médici por el mismo Maquiavelo, para que pudiera rescatar a Florencia de las manos gobernantes de la ineficiente burguesía.

El Príncipe en la configuración de la trama de La Mandrágora
Si bien a lo largo del análisis de los personajes se fue vislumbrando cómo se compone la trama en cuanto a las ideas de El Príncipe, es interesante recalcar algunas ideas que surgen a un nivel más general del análisis.
La comedia se desarrolla a partir del deseo de un hombre virtuoso de poseer a una mujer honesta y bellísima. Para poder acceder a ella debe sortear una dificultad: descalificar a su marido, un hombre poco virtuoso y simple. La fortuna ayuda al personaje generando una debilidad entre el matrimonio, la que le brindará la oportunidad de proceder para separarlos y obtener a la mujer, esa debilidad es tener hijos. El hombre prudente, guiado por sus consejeros lleva a cabo un plan que consiste en engañar a cualquier precio al marido y a la mujer para poder entrar en la casa de ambos y así llegar hasta ella. Realiza lo planeado, y una vez descubierto el engaño ante ella, la mujer premia al hombre virtuoso por su astucia y por hacerla tomar conciencia de la mediocridad de cuanto la rodea. De esto podemos hacer una perfecta correspondencia con las intenciones de Maquiavelo, tal como lo fuimos diciendo: Una maravillosa ciudad debe dejarse conquistar por un hombre virtuoso, dispuesto a todo, y despreciar a quienes por su ineficiencia y corrupción la llevan por el mal camino.
Además de este sistema perfecto de identidades, hallamos algunas ideas que se dan implícitamente en la comedia y que están mencionadas en El Príncipe.

a) Idea de la mayoría:
Siempre se debe tener en cuenta el bien de la mayoría y su deseo. Si la mayoría está conforme, no hay oposición a que las cosas resulten como el gobernante lo desea. En La Mandrágora la idea se aprecia en el hecho que Callímaco sea apoyado en el engaño por la mayoría, y hasta el mismo fraile lo hace manifiesto: “Fray Timoteo.- (…) me consuelo pensando que cuando una cosa interesa a muchos, muchos han de ser los que procuren que llegue a buen fin.(...)” (La Mandrágora, p. 228).
En El Príncipe encontramos la misma idea, por ejemplo cuando se menciona que a un príncipe le conviene contar con la amistad del pueblo (El Príncipe, p. 108); o que no se debe preocupar de ser cruel, si la crueldad perjudica solo a los menos para evitar desordenes mayores (El Príncipe, p. 134); y tambien en que debe tener el favor del pueblo y no desesperar a los poderosos (El Príncipe, p. 144)

b) Cualquier método es válido:
La maldad, la crueldad, el engaño, el soborno, todo vale para conseguir el fin deseado. Las ideas que ejemplifican esto fueron citadas a lo largo del trabajo, pero queda por referir lo siguiente: escribe Maquiavelo que pocos pueden percibir lo que no eres y no se atreverán a ir contra la mayoría que tiene más poder, si el príncipe procura ganar el Estado y conservarlo, los medios serán juzgados honorables pues el vulgo se deja cautivar por la apariencia y el éxito (El Príncipe, p. 141).

c) La astucia y la virtud de engañar:
Callímaco, por ser virtuoso, tiene la capacidad de enredar en su engaño a todos, y triunfar por eso en la empresa más difícil. Principalmente engaña a Nicias, quien se deja deslumbrar por su apariencia; al respecto, Maquiavelo en El Príncipe dice que hay que saber simular la naturaleza de zorra, los hombres son crédulos y sumisos a las necesidades del momento y el engaño encontrará siempre alguien que se deje engañar (El Príncipe, p. 139).

d) Triunfa el que se adapta a la fortuna:
Maquiavelo sostiene que hay que acomodar la forma de proceder a la fortuna, es decir, a las circunstancias del momento, para poder triunfar (El Príncipe, p. 172), esto es muy característico de Callímaco y Ligurio, a lo largo de toda la comedia.

e) Tomar por bueno lo menos malo:
Es un argumento utilizado en dos oportunidades para convencer a Lucrecia del engaño, y es una idea que abunda en El Príncipe. En este caso, podemos considerar que es una de las pocas frases que se repiten casi literalmente: “Sostrata.- Siempre he oído decir que es propio del prudente escoger, de entre dos males, el menor.(...)” (La Mandrágora, p. 207); “(...) pero la prudencia consiste en saber conocer la naturaleza de los inconvenientes y tomar por bueno el menos malo” (El Príncipe, p. 163).

Como se ha visto hasta aquí, la intertextualidad se presenta también en pequeñas ideas que resemantizan la trama general de la comedia, dotando de sentido a los personajes y con ellos a las situaciones que generan.

Breve recapitulación
Maquiavelo expresa en su obra El Príncipe todo un sistema de ideas políticas al servicio de hacer pública su doctrina y de aconsejar a Lorenzo de Médici para ser un buen gobernante. El mismo caudal de ideas se presenta en La Mandrágora, esta vez no como una obra política, sino bajo el género de la comedia, pero con el mismo fin de hacer público su pensamiento y expresar una vez más que Italia (en este caso Florencia) puede ser rescatada de su decadencia por un hombre virtuoso y astuto que hará lo suyo para gobernarla. Esto significa que Lorenzo de Médici puede lograrlo, pero siempre con la ayuda de un fiel y buen consejero, lo que posiciona a Maquiavelo como un hombre capaz para ese puesto político.
Aunque el género está concebido para divertir no deja de lado la crítica social y la manifestación ideológica, divierte pero a su vez adoctrina e invita a dejarse seducir por el arte de la política.
Se podría decir que La Mandrágora es una puesta en práctica ficcional de las ideas políticas de El Príncipe; es una forma de mostrar cómo funcionan insertas en un mundo social (absolutamente reflejado por los personajes) sus concepciones ideológicas.
Maquiavelo, a través de la intertextualidad logra dar forma con sus ideas a los tipos sociales más representativos de Florencia y expresa mediante la acción ficcional, sus anhelos políticos y una realidad social crítica.


Maquiavelo, Nicolás (1997). El Príncipe y La Mandrágora, Madrid, Cátedra (traducción y Prólogos de Helena Puigdoménech)

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