lunes, 15 de julio de 2019

Algunas notas sobre siete novelas de Federico Jeanmaire


Es difícil encontrar un equilibrio deleitable entre el humor, la ternura, la técnica y la profundidad. Sin embargo, las novelas de Federico Jeanmaire logran entretejer todas estas virtudes en un entramado fabuloso.
Descubrí la prosa de Jeanmaire con “Amores enanos”. Imposible no sentirme atraída por el título, y por la idea poco habitual de un grupo de gente pequeña protagonizando una novela, con todas las aristas de culebrón. Así me sumergí en el mundo de su prosa fresca, muy cercana a la oralidad, y en sus ideas irreverentes que desafían el lugar común.
A partir de allí, se sucederían los títulos con avidez: “La guerra civil”, “Tacos altos”, “Más liviano que el aire”, “Papá”, “Fernández mata a Fernández” y “La creación de Eva”, su última novela, editada hace menos de un año. Además, me esperan en la biblioteca “Las madres no les decimos esas cosas a las hijas”, “Los zumitas” y “Miguel”. Y algunas otras por comprar, que es bastante difícil conseguir: “Desatando casi los nudos”, “Prólogo anotado”, “Mitre”, “Vida interior”, entre otras. Es, claramente, un autor prolífico. ¿Por qué no las leí aún? Porque me gusta hacer durar lo bueno.
De la lectura de siete de sus novelas, tomo nota de algunas cuestiones:
Los temas que trabaja el autor se corren de la experiencia común, rozando lo absurdo, lo marginal, lo increíble. Enanos que fundan su propio barrio privado y que discriminan a los altos; un hombre capaz de cambiar los destinos de la gente y de la humanidad tatuando un pequeño detalle en las líneas de sus manos; una adolescente china cuyo pasaje a la adultez la convierte en una vengadora; una extraña intriga entre vecinos y otros personajes que, curiosamente, se llaman Fernández; una anciana de casi 90 años que encierra a un ladrón en el baño y le impide salir hasta que no escuche completa la historia de su vida. Una rareza detrás de otra, que no se agotan en eso, sino que le permiten bucear en la técnica.
Federico Jeanmaire tiene una gran conciencia de su herramienta. Deconstruye el lenguaje y lo usa a su favor, como estrategia narrativa e incluso como temática.
Dicho de una manera directa: escribe todo una novela en presente (llena de analepsis, claro, donde se mantiene el tiempo verbal), y todo una novela en género femenino, incluso en lo que no tiene género. ¿Cómo es esto? En su última novela, una chica trans cuya alfabetización se da aprendiendo el lenguaje de forma crítica respecto del género, demuestra su pericia técnica narrando terminaciones de verbos, sustantivos y adjetivos con la letra “a”, el femenino, desnaturalizando la cuestión de género tan en el ojo de la tormenta por estos días. El recurso se vuelve verosímil porque el personaje argumenta al respecto. En “Tacos altos”, vuelve a trabajar sobre el lenguaje, ya que construye una voz narradora que solo enuncia en presente: una adolescente china que no puede aprender del todo el castellano porque en su idioma madre no existen los tiempos verbales, y por eso transpola el presente del chino al presente en castellano. Una dificultad tremenda. Sin embargo, Jeanmaire se las ingenia para salir airoso construyendo una novela preciosa acerca de la identidad y la palabra.
Pero además de usar con pericia el lenguaje, desnaturalizándolo, como tema y procedimiento narrativo, moldea con gran acierto las voces acercándolas a la experiencia oral y propia de los estereotipos con los que trabaja. “Más liviano que el aire”, por ejemplo, es un intenso monólogo de una señora mayor en el que la cadencia, los modismos, el vocabulario son verosímiles a lo largo de 240 páginas sin flaquear; y los personajes de “Fernández mata a Fernández” encarnan una polifónica novela sin narrador, estructurada por capítulos puramente dialogados. La dificultad consiste, como imaginarán, en que esas voces, que además no están marcadas gráficamente, sean lo suficientemente distintas y acordes con el personaje, para que podamos distinguirlas una de otra, y que no sea un solo Fernández a los largo de 200 páginas, ¡y lo logra con creces, claro!
Creo que la delicadeza con la que el autor trata la palabra deja traslucir además de un gran lector, un escucha atento y un amante del lenguaje. El narrador de “La guerra civil” tiene momentos sutilísimos en su discurso que nos remiten a la prosa poética, al igual que ciertos pasajes de “Papá”, conmovedora novela sobre los vínculos padre e hijo. Esto no hace más que mostrarnos la amplitud de registro con que trabaja Jeanmaire, de lo popular a lo culto, de burdo a lo delicado, según la ocasión lo exija.
Otra cuestión que atraviesa estas novelas es la inclusión de lo popular. No solo las voces, sino el retrato social que construye, e incluso el trabajo con datos reales, como el incendio de un supermercado chino durante la crisis del 2001 en Argentina, que sirve como disparador para la novela “Tacos altos”. Los desopilantes personajes de “Fernández mata a Fernández” retratan estereotipos populares de Buenos Aires, al estilo de Gudiño Kieffer en “Guía de pecadores”, y las intrigas que se desarrollan en el barrio cerrado de “Amores enanos” son dignas de las vecindades más estrafalarias de cualquier barrio del conurbano.
Por último, quiero destacar dos cuestiones más: el humor y la ternura. Un humor disparatado, pícaro, se apodera de la prosa, de las situaciones fuera de lo común, del hablar de los personajes. No es un humor ácido, o el humor de carcajada efectista, es más bien el que te lleva sonriendo con simpatía a lo largo de todo el libro. Y esto hace imposible que no nos encariñemos con varios de sus personajes, que no son los dueños de la moral ni de la verdad, no, al contrario, son personajes con pliegues y dudas, con vaivenes más que humanos, pero que nos despiertan cariño y extrañeza. Este tono amigable de sus novelas nos permite sumergirnos sin juzgarlos, nos compadecemos de sus absurdas situaciones y deseamos, en el fondo, que todo les salga bien.
Simples y elaboradas al mismo tiempo, las historias de Federico Jeanmaire constatan el disparate que es nuestra realidad circundante. Su pericia técnica para narrar desnaturaliza la sencillez de las historias relatadas, transformándolas en construcciones exquisitas, que sorprenden y divierten con sus peripecias, pero que también conmueven por su ternura y, en algunos casos, por su profundidad. Siete novelas que hacen de la lectura un remanso lúdico y amigable.

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