Algunos
textos breves de Franz Kafka nos introducen de lleno en la
problemática de la extensión y la condensación como criterios para
definir el cuento. Pequeños relatos de tan solo unas líneas, en su
ajustada brevedad condensan un hecho con tanta maestría y proponen
un efecto tan conmovedor que nos suscitan una serie de interrogantes
inevitables: ¿Cómo pueden encerrar escasas líneas temáticas tan
profundas? ¿Cómo pueden contarse historias tan acabadas y
coherentes en una brevedad tan extrema? ¿Cómo se conciben estos
cuentos brevísimos? ¿Podemos considerarlos cuentos o pertenecen a
una categoría genérica propia llamada “minicuento”? ¿Cuáles
son sus rasgos? ¿Cómo pueden generar efectos tan profundos y
duraderos?
En
el presente trabajo nos hemos propuesto, partiendo de un acercamiento
teórico al cuento breve y a la poética del minicuento,
caracterizar algunas de las formas breves de Kafka estableciendo el
por qué de su pertenencia al género y a la poética, y determinar
cuáles son sus rasgos.
Para
ello pondremos especial atención a los conceptos de elementos de la
fábula y condensación, para caracterizar a los textos escogidos
como formas breves o minicuentos, a partir de una perspectiva
fundamentalmente narratológica.
I. Cuento y minicuento o minificción
Jaime
Rest, en Novela,
cuento, teatro: Apogeo y crisis,
incluye la siguiente definición de cuento: “El cuento es un
ejercicio escrito de ficción narrativa, que se halla compuesto en
prosa y cuya extensión es comparativamente breve” (1971: 54).
Vemos
entonces que prosa,
ficción y brevedad, parecen
ser las
características fundacionales
del género. Por
otro lado, debemos considerar también lo siguiente:
A
su vez, el estilo tiene que contribuir a que todos los elementos
formales y expresivos 'se ajusten, sin la menor concesión a la
índole del tema', a fin de imponerle la organización 'más
penetrante y original', el ordenamiento más eficaz para hacerlo
'único e inolvidable'. Lo más importante, empero, es la técnica
desarrollada para lograr una conveniente 'intensidad' o 'tensión'.
La intensidad (...) consiste en zambullirse directamente en la acción
y en eliminar todas las ideas y situaciones intermedias (...). La
tensión (...) radica en el modo en que el narrador nos va acercando
lentamente a lo contado, con la deliberada intención de ' crear una
atmósfera', en lugar de introducirnos de lleno en la situación.
Además, el cuentista debe poseer una excepcional capacidad de
comprensión, que le permita trabajar en profundidad, condensar el
tiempo y el espacio, obtener ‘una alta presión espiritual y
formal’; la historia ha de conjurar, desde el comienzo, un clima
‘incisivo, mordiente’; y al completarse la lectura, el texto
tiene que dejar la impresión de que trasciende sus limitaciones
materiales, de que tiene una carga significativa mucho mayor de lo
que ha podido explicitarse en su conciso desarrollo. (Rest 1971:
57-58)
Creemos
que con esto nos vasta para caracterizar a grandes rasgos el género.
Ahora bien, nuestro objeto es delimitar este campo introduciéndonos
en las formas breves, llamadas también Short short story, o
minicuento, entre otros.
Podríamos
afirmar que los rasgos generales entre cuento y minicuento son
compartidos, por lo que pareciera que el segundo es una variante del
primero. La diferencia entre ambos radicaría en que cuando hablamos
de intensidad, condensación, eliminación de digresiones, etc.,
debemos establecer que en el minicuento esto debe darse en mayor
grado, es decir, forzar los límites de la economía y la
condensación al máximo posible.
Además,
no debemos olvidar el rasgo más importante y que lo caracteriza como
tal: la brevedad. Es este
un concepto muy complejo, problemático y difícil de establecer.
Para no ahondar en discusiones que los propios teóricos no acaban de
resolver, nos basaremos en el criterio de Edmundo Valadés1
para determinar qué es breve y razonable para caracterizar a la
poética del minicuento: “Para
aludir a lo que es o debe ser este género, parto de la base
tentativa (...) de considerar minificción al texto narrativo que no
exceda tres cuartos de cuartilla” (1990: 28).
Si
para Poe el cuento debe ser leído de una sentada, para que la unidad
de impresión cumpla con la búsqueda del efecto, en el caso del
minicuento, el tiempo de lectura se concentra de manera tal, que es
necesario que el efecto sea, justamente, un estallido de sentido que
logre su permanencia más allá de los poquísimos minutos que
conllevan su lectura, al
decir de Valadés: “siempre tiene un final de puñalada” (1990:
284). A
esto último podría caracterizarse como un punto central de la
poética del minicuento.
Según
Howe en el cuento brevísimo los personajes se ven como figuras
simples en un clima arquetípico de momentos existenciales, la
circunstancia, de alguna manera, eclipsa al personaje. El efecto
poderoso que causa en el lector tiene que ver, dice Howe, con la
intensidad y entre los tipos de presentación más frecuentes podemos
hallar los que dan impresión de parábola o alegoría para
representar momentos paradigmáticos.
Mientras
que todas esta características son refutadas por Gabriela Mora como
no exclusivas del minicuento, las hallamos reafirmadas en la
propuesta de Edmundo Valadés
para la caracterización de la poética. Él también parte de la
consideración de que la acción es la que debe imperar sobre lo
demás. En palabras de José de la Colina, el minicuento debe ser de
“impostergable concentración e inflexible economía verbal”
(Valadés
1990: 285). El autor describe las minificciones que él mismo ha
leído de la siguiente manera: “Contienen
una historia vertiginosa que desemboca en un golpe sorpresivo de
ingenio. Así el suceso contado se resuelva por absurdo o la solución
que lo subvierte todo, delirante o surrealista, vale si la
descomposición de lo lógico hasta la extravagancia, lo inverosímil
o la enormidad, posee el toque que suscite el estupor o el pasmo
legítimo si se ha podido tramar la mentira con válida estrategia”
(Valadés
1990: 285).
Hace
hincapié en los golpes de ingenio que pueden compactarse en el
humorismo, ironía, sátira o sorpresa. También hace referencia a
la alteración de la realidad al ser transformada por el absurdo
creando una dimensión donde se violentan las leyes posibles. Nos
resulta interesante incluir esto a nuestra caracterización de la
poética porque son rasgos que particularmente hallaremos en los
minicuentos de Franz Kafka.
Dados
los lineamientos teóricos generales, y para establecer un marco
claro de análisis, expondremos que:
Catalogaremos
como minicuento o minificción al texto narrativo de ficción,
escrito en prosa, cuya brevedad no excede los tres cuartos de
cuartilla, que posee una gran condensación y economía verbal, cuyo
final es muy intenso y donde la acción2
debe imperar sobre lo demás.
Habiendo
estrechado y definido el marco teórico, cabe hacer dos salvedades:
Primero,
no buscamos con lo expuesto hasta aquí el carácter de inamovible de
una definición de minicuento, solo intentamos trazar los rasgos que
consideramos más pertinentes a la poética. No hay pretensión
teórica en estos lineamientos, sino solo un mero recuento de
criterios teóricos que sirven para echar luz sobre el análisis de
los textos.
Segundo,
tomamos en cuenta la refutación de Gabriela Mora a los rasgos
mencionados con anterioridad:
Además,
como se ha visto, los rasgos que le asigna [Howe]
a su nueva especie coinciden con aquellos atribuidos a muchos de los
relatos clásicos del género.
Pareciera
que todas las características atribuidas al cuento –unidad de
impresión, concentración en un numero limitado de personajes y
situaciones, intensidad- tienen que ver directamente con la brevedad.
¿Pero, cómo? Sin duda, la brevedad está relacionada con esos
recursos y efectos, pero, ¿de qué manera? (…). (Mora, 1993: 34)
Creemos
conveniente expresar nuestra postura al respecto. El minicuento, en
tanto forma derivada del cuento, posee en
rasgos generales, las mismas características que este.
Si bien la diferencia crucial es la brevedad, no por ser un rasgo
complejo en su definición, dejaremos de tener en cuenta que existen
formas breves y que exigen su pertenencia a un género (sea cual
fuere) por evidenciar su extrema brevedad que no se corresponde con
la brevedad usual del cuento en general. Por último, consideramos
que no se trata de hallar estos rasgos por separado en diferentes
cuentos, sino que, justamente, lo que determina la poética del
minicuento será la sumatoria de los rasgos que lo harán posible
(brevedad, número limitado de personajes y situaciones, intensidad,
etc.).
Realizadas
las observaciones necesarias y tomando en cuenta como marco teórico
lo anteriormente expuesto, procederemos al análisis de cinco
minicuentos de Franz Kafka: La partida, Fabulilla, El trompo, El
pueblo más cercano y Prometeo.
II.
La poética de la minificción en
Kafka
Es
difícil, en las formas breves de Kafka, hallar estructuras
narrativas convencionales, pues el autor construye muchas
veces sus minificciones para
que funcionen como parábolas o alegorías, así, estas formas breves
se mezclan y se condensan. Acerca del tema, reflexiona Benjamin:
“Pero las parábolas de Kafka se despliegan de acuerdo al
primer sentido: como el capullo se transforma en flor. Por ello el
resultado se asemeja a la creación poética. Sin embargo, sus piezas
no encajan plenamente en las formas occidentales de la prosa (...).
No son alegorías, pero tampoco textos independientes,
autocontenidos” (Benjamin, 1998: 145).
A
pesar de esta dificultad, a los fines de un análisis más completo y
profundo, intentaremos adentrarnos en los cinco textos escogidos a
partir de los conceptos generales de Mieke Bal, para lograr hacer una
exposición exhaustiva y ordenada, y poder dar cuenta de los casos
marginales desde la Teoría de la Narrativa. Según la autora,
la fábula está constituida por cinco elementos básicos:
Acontecimientos, actores, objetos, espacio y tiempo.
II.a.
Acontecimientos
Entendemos
por acontecimiento la transición de un estado a otro que causan o
experimentan los actores (Bal,
1998). Centraremos nuestra
atención en los acontecimientos funcionales, que son aquellos que
presentan una elección entre dos posibilidades y que una vez
elegida, es esta
quien determina el curso de la historia.
Consideramos
que, excepto en Prometeo
(cuyo caso creemos
marginal), las minificciones se basan en uno o, a lo sumo, dos
acontecimientos funcionales. Al tratarse de temáticas abstractas y
existencialistas, resulta un poco dificultoso delimitar los
acontecimientos, pero podríamos intentar hacerlo
de la siguiente manera:
*La
partida: Decisión de partir
(montar al caballo, dar explicaciones)
*El
Trompo: Intentar conocer el todo
mediante los trompos (ir a ver los trompos, desilusión, partir)
*Fabulilla:
Tomar conciencia de la estrechez del mundo y de la vida, vislumbrar
la llegada de la muerte
*El
pueblo más cercano: Comprender
la dimensión del tiempo y de la vida (recordar, comprender,
ejemplificar)
Si
bien los acontecimientos funcionales están acompañados por otros
acontecimientos, estos son escasos, solo sirven como apoyo o
justificación del principal.
Por
lo tanto, podemos establecer que en estos textos la estructura está
basada en un acontecimiento central (funcional) en el que se articula
toda la historia y mediante el cual se impregna de significado el
cuento. Debido a la estrechez de la caracterización de los
personajes, a lo que nos referiremos en el siguiente punto),
observamos que quien los dota de sentido es el acontecimiento mismo,
tal como lo plantea Valadés: es la acción la que impera sobre lo
demás.
II.b.
Personajes
Son
los que causan o sufren acontecimientos. Encontramos en la fábula
actores (sujeto) y objetos. El sujeto es quien lleva a cabo la
acción, el objeto puede coincidir con lo que el sujeto busca o
puede el sujeto mismo transformarse en el objeto de otro sujeto. En
el análisis hallamos que en cuatro de los casos, el objeto coincide
con la función (desear/tener) y que, a su vez, coinciden también
con la temática central y el acontecimiento funcional:
*La
partida:
Sujeto-->
Hombre que desea partir/ Criado
Objeto--> Partir / Saber
*El
trompo:
Sujeto-->
Filósofo
Objeto--> Conocer
*Fabulilla:
Sujeto-->
Ratón / Gato
Objeto-->
Tomar conciencia del mundo, vislumbrar la muerte/ Revelar la
respuesta, matar
al ratón.
*El
pueblo más cercano:
Sujeto-->
Hombre que recuerda
Objeto--> Toma conciencia del tiempo, fugacidad de la vida.
Los
sujetos y objetos están en estrecha relación con las temáticas y
los acontecimientos, casi en superposición. Observamos que no hay
descripciones ni caracterizaciones de los personajes más que por el
acontecimiento mismo.
Usualmente,
las figuras de Kafka son intercambiables, hay similitud entre ellos,
inclusive se confunden en muchos casos con sus propias funciones: el
personaje es la acción que realiza. Por otro lado, por el
tono arquetípico de los personajes de Kafka, hasta resultan
intercambiables seres humanos y animales, a veces una figura mínima
puede representar un pueblo entero, puesto que ni los hombres son
solamente humanos ni los animales están muy alejados de las
características o del comportamiento de ciertas sociedades u
hombres. La siguiente cita de Jordi Llovet da cuenta perfectamente de
esto:
De
hecho, es tan grande la intención parabólica, elíptica, simbólica,
o como quiera llamársela, de toda la obra de Franz Kafka, que tan
lógico es suponer que en ella los animales aparecen para ilustrar,
con mayor o menor carga de ironía, el comportamiento humano, como
entender que muchos de sus tipos humanos al alcanzar una
caracterización a veces tan penetrante y lejana –por lo alto o por
lo bajo, según los casos- que entran de lleno en el campo de lo
animal-sobrenatural. (...) toda la fauna que aparece en Kafka (...)
desfila, ante todo, como ejemplo metafórico de las más grandes o
las más pequeñas virtudes de los hombres. (Llovet, 2000: 10).
Todo
esto se ve reforzado, además, por la falta de nombres en los
personajes, lo que ayuda a la desindividualización del sujeto.
Veámoslo en las palabras de Marthe Robert:
El
anonimato topográfico se halla aún reforzado por el anonimato de
las personas que, en ciertas narraciones, están desprovistas de
nombres y, en otras, tienen por toda identidad una inicial. Aún
cuando no es totalmente anónimo(...) el personaje de Kafka no
representa en absoluto una persona, es singular en extremo; pero en
la medida misma en que cuanto hace parece único y ejemplar, ofrece
siempre el aspecto de representar otra cosa que no sea él mismo.
(Robert, 1969: 124).
El
hecho de que los personajes no tengan historia ni referencialidad, ni
estén extensamente caracterizados, y hasta representen figuras
arquetípicas, es solidario con la brevedad. Como ya hemos
mencionado, el acontecimiento eclipsa al personaje, se sirve de él
para llevarse a cabo y este representa solo la forma de materializar
la idea central del cuento.
Además,
podemos ya percibir el fenómeno de la condensación, al establecer
que el objeto coincide con la idea central y la temática, la
historia encierra un acontecimiento funcional (suprimiendo al máximo
los no-funcionales) y toma a los personajes solo como meros agentes
de la acción, caracterizados no en sí mismos, sino a partir del
acontecimiento.
II.c.
Tiempo y Espacio
Entendiendo
por tiempo la sucesión temporal que conllevan los acontecimientos, y
por espacio el lugar donde se desarrollan estos
(Bal, 1998),
podemos afirmar a grandes rasgos que ambos son indefinidos. El tiempo
es el tiempo real de la acción, pero sin anclajes cronológicos de
ningún tipo; el lugar es indeterminado, se pueden inferir, pero aun
así, son vagos e imprecisos, y en el caso de ser explicitados (La
partida: establo), no tiene
relevancia alguna en el texto. Señala
Marthe Robert: “De
todos modos, ya se hallen nombrados o designados con un término vago
que arroja dudas acerca de su realidad, los lugares carecen de toda
importancia para la acción”
(1969: 123).
Esta
ambigüedad e indefinición del tiempo y el espacio, al igual que la
falta de referencialidad concreta en los personajes, permite una
adaptación más cómoda a la forma breve, ya que la falta de datos
concretos y descripciones de los espacios colaboran con la brevedad,
pero también con el elemento generalizador y arquetípico del texto.
II.d.
El caso de Prometeo
Hemos
retrasado hasta aquí el análisis de Prometeo,
por considerarlo un caso problemático y marginal. Quizás es una de
esas formas mezcladas a las que aludía Benjamin. Para comenzar
diremos que los elementos del cuento son prosa, ficción y brevedad,
pero, ¿es
Prometeo ficcional?
Aquí radica el problema, pues sí podemos aseverar que es breve y
que está
escrito en prosa; el espacio y el tiempo son indeterminados, solo
podemos distinguir un tiempo mítico de uno moderno, pero, ¿hay
acontecimientos?, ¿hay
actores? Detengámonos aquí.
El
cuento está compuesto por cuatro hipótesis y una conclusión que
instaura la duda que da sentido al texto. Dos de las hipótesis están
hechas sobre material mitológico y otras dos son puras
consideraciones de autor. Bien, podríamos decir que el mundo
mitológico es una creación que se rige por sus propias leyes, es
entonces un mundo posible y autónomo, y, si el narrador lo que hace
es narrar dos hechos sobre un mundo posible y luego conjeturar otros
dos que son absolutamente subjetivos acerca de aquel mundo
mitológico, ¿no podríamos entonces considerarlo una ficción que,
a partir de la construcción del narrador y guiados por él, es
instaurada en nuestro mundo y evaluada desde nuestras propias leyes?
Por
estos cuestionamientos ambiguos y la posibilidad de duda que hallamos
en él es que lo consideramos un caso marginal. Bajo estos conceptos
podría ser ficción, pero podríamos también considerarlo un breve
texto expositivo que induce a la reflexión.
También
nos topamos con la dificultad de hallar un acontecimiento funcional
claro. Podríamos decir que aquí, el acontecimiento es la búsqueda
del origen de la verdad, o la afirmación de la verdad como
inexplicable, pero, ¿quién es el sujeto que realiza la acción?,
¿el narrador? ¿Se inscribe el narrador como personaje? Nos
encontramos otra vez ante un concepto complejo y ambiguo como el de
ficción.
Si
bien produce el mismo efecto que los otros cuentos y comparte con
ellos los rasgos de la brevedad, prosa, intensidad, indeterminación
espacio-temporal; no es tan estructurado y viable su análisis como
el de los demás minicuentos. No por ello hemos decidido obviarlo,
pues la excepción también construye la regla.
III.
Las temáticas de Kafka en los cuentos breves
Las
temáticas de la obra de Kafka son siempre las mismas. Traducidas
bajo diferentes expresiones, la imposibilidad de conocer “la
verdad”, la culpa, la ley, la soledad, la búsqueda de una salida,
son algunos de los temas más frecuentes. No es esta
la excepción. Dice Marthe Robert al respecto: “Kafka
no tiene más que una sola cosa que decir y la dice mediante la
incansable repetición de los mismos motivos” (1969: 74). El autor,
según Robert: “A
pesar de su tono impersonal y objetivo, es de él mismo, de él ante
todo, de quien Kafka habla en sus libros”(1969: 62).
Pero,
Kafka logra, a través de su caracterización de los personajes y las
temáticas elegidas, reflejar una condición del ser humano mismo,
eleva sus reflexiones de un campo individual hacia el de los hombres
en general. Edmundo
Valadés señala al
respecto:
“(...) Franz Kafka elabora maestrías de mínima medida en las que
reaparecen los temas profundos de sus novelas, artefactos explosivos
para detonar angustias y conflictos del destino humano” (1990:
287).
En
Fabulilla nos
encontramos con la idea del mundo como una trampa enorme, a la que no
se puede eludir y en la que cuando parece vislumbrarse una salida,
algo superior, una mezcla de azar, ley, poder (encarnado por el gato)
rompe con la ilusión del escape y termina con el personaje, no
casualmente, engulléndolo. Esta temática de “no hay salida”
representa la situación de bloqueo que se da en otras obras del
autor.
Esta
misma temática encontramos en La partida,
donde se busca desesperadamente una salida. Lo importante es salir,
no importa dónde, solo
cumplir con la meta de encontrar en este fatídico y agobiante mundo
una salida, no importa cómo. Este cuento refleja la desesperación
condensada, la necesidad de ver la luz en la hendidura, buscarla y
escapar.
La
verdad y la búsqueda de su origen está presente en Prometeo
donde la forma de ver la verdad se ve afectada por la duda, y se
arrojan cuatro hipótesis sobre el mito de Prometeo: dos míticas,
dos kafkianas (el olvido-el cansancio); para demostrar la
fragmentación y el caos, la desconfianza en una verdad que se nos
presenta como absoluta. Explica
Beatriz
Sarlo al respecto: “En
consecuencia se desconfiaba también de cualquier realidad que se
presente como sólida, cuando la experiencia la constata facturada y
caótica” (1970: 98).
Todo
esto traducido en un gran interrogante final que instala la duda y
cuestiona el origen de la verdad, inclusive el fundamento de la
verdad misma.
El
mito como verdad inmemorial es indiscutible. Ha sido creado y
mantenido vivo por una comunidad de hombres y forma parte del
patrimonio cultural. Robert plantea la familiaridad entre Kafka y los
hacedores de mitos, ya que ambos ven el mundo por medio de imágenes
y símbolos, perciben misteriosas correspondencias entre las cosas,
creen en la magia y la mezcla con la realidad y el sueño, y desean
descifrar lo indescifrable, ordenar el caos.
Aquí
podemos establecer un punto de contacto con El trompo,
cuya temática es la imposibilidad de conocer el todo, de comprender
lo incomprensible. El filósofo busca mediante el girar de un trompo
(lo minúsculo) conocer el todo, dejando de lado las grandes
problemáticas. El personaje, frustrado en su objetivo, se transforma
en el objeto mismo en el que busca la revelación; lo que le es
vedado no puede ser conocido ni siquiera desde la propia condición
de trompo “bajo látigo torpe”. La imposibilidad se ciñe sobre
él, genera la sensación de angustia y desazón, como la falta de
salida, como la imposición de la ley, como el cuestionamiento de la
verdad.
Podemos
identificar al filósofo con el objeto en las
siguientes
palabras
de Robert: “La
verdad es indivisible,; por lo tanto, no puede conocerse a sí misma;
quien
pretende conocerla es necesariamente falaz” (1969: 74).
Lo
inconmensurable e incomprensible, esta vez en cuanto
al tiempo, y al paso de la vida, se encuentran en El pueblo
más cercano. En él, un hombre,
mediante la evocación de las palabras de su abuelo, comprende la
brevedad y fugacidad del tiempo, exponiendo como ejemplo un hombre
que cabalga y que no imagina que quizás no le alcance la vida
siquiera para un corto trayecto. Bajo la increíble economía de
palabras se expresa la inabarcable idea de que la muerte acecha a
cada instante como elemento de clausura al discurrir temporal.
Angustiantemente kafkiana resulta la idea de que quizás no nos
alcance la vida para vivir una pequeñez.
Encerrando
las mayores reflexiones humanas: la verdad, el tiempo, el
conocimiento, la búsqueda de salidas, las temáticas de Kafka nos
sumergen en un universo simbólico amplísimo, donde “(...)la
reflexión es igualmente interminable cuando procede de las historias
conceptuales de Kafka” (Benjamin, 1998: 145). La interpretación de
las minificciones kafkianas, al igual que el resto de sus obras, es
oscura y vasta, según Benjamin: “Sin
embargo, no se afana jamás con lo interpretable, por el contrario,
tomó todas las precauciones imaginables en contra de la
clarificación de sus textos. Hay que ir avanzando a tientas en su
interior con circunspección, cautela y desconfianza” (1998: 147).
Además,
los temas y el tratamiento de los mismos están cargados de un
simbolismo que hace al texto más impreciso en su interpretación,
generando diferentes significados, inclusive, hasta contradictorios.
En palabras de Robert:
(...)
también su pretendido simbolismo intenta continuamente la
interpretación sin jamás confiarle su llave. Tratadas como
símbolos verdaderos, las imágenes de Kafka se muestran, en efecto,
susceptibles de tantos significados opuestos, contradictorios e
incluso absolutamente irreconciliables, que es preciso o bien elegir
entre ellos de manera arbitraria o aceptarlos en su conjunto a
despecho de toda coherencia” (1969: 101).
Es
asombroso, pero a la vez incomprensible, cómo semejante amplitud y
vastedad de significados para temas tan profundos y universales,
puedan expresase tan acabadamente en formas tan breves como la
minificción. Tal vez, el hecho mismo de su vaguedad haga posible
(sin aclaraciones, ni anclajes, ni cadenas de acontecimientos que
extiendan el texto) plasmar una idea amplia en unas cuantas líneas,
produciendo en el lector la sensación de inabarcabilidad y
profundidad, e
invitándolo a
la reflexión.
IV.
Consideraciones finales
Consideramos
que los textos escogidos pertenecen a la poética del minicuento
(incluso Prometeo a
grandes rasgos, aunque sea pieza dudosa y de compleja definición)
por ser piezas de ficción, escritas en prosa, que no exceden los
tres cuartos de cuartilla, con gran economía verbal, y condensación,
cuyo final es intenso y donde la acción
debe imperar sobre lo demás.
Arribamos
a estas consideraciones a partir de las siguientes observaciones: Hay
presencia de un
acontecimiento funcional y ausencia casi completa de acontecimientos
no funcionales; hay
personajes arquetípicos, sin
profundas caracterizaciones, que evocan más bien una figura
generalizada: el ser humano; se
produce una correspondencia
entre objeto, temática y acontecimiento; hay
una indeterminación
espacio-temporal.
Estos
rasgos son solidarios con la brevedad, como se ha explicado ya en el
desarrollo, permitiendo, gracias a la falta de anclajes y
digresiones, centrar la trama en una idea principal y condensada,
independientemente de los significados que pueda detonar el cuento en
sí.
Tenemos
la presencia de un final intenso debido a que las temáticas son
profundas reflexiones existenciales y que un solo acontecimiento
condensado, que da cuenta de ellas, se desarrolla hacia un final que
posee una fuerte carga simbólica y semántica, detonando así una
infinidad de sentidos para el texto, e interpretaciones.
La
acción impera sobre lo demás pues es el acontecimiento quien lleva
la mayor carga semántica: resignifica al personaje, da cuenta de la
temática y es el núcleo condensado del relato. Es por eso que todas
las dimensiones del cuento se organizan allí, y la acción se vuelve
primordial para la existencia del texto.
Para
finalizar, diremos que no es la presencia de uno de los rasgos lo que
determina la pertenencia o no de un texto a la poética del
minicuento, sino la sumatoria de ellos que dan como resultado un
producto perfectamente acabado, de pocas líneas pero con un vasto
contenido condensado, de temática profunda y que suscita múltiples
interpretaciones y significados. Es decir, una gran obra contenida
en un pequeño formato, maravilla y gracia de la poética de
minicuento.
V.
Bibliografía
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de la Narrativa. Una
introducción a la narratología,
Madrid, Cátedra (5º edición, traducción de Javier Franco).
*Benjamin,
Walter (1998). Para
una crítica de la violencia,
Iluminaciones IV, Madrid, Taurus.
*Kafka,
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“Fabulilla” en La
muralla China,
Buenos Aires, Emecé editores (traducción de Alfredo Pippig y
Alejandro Ruiz Guiñazu).
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Franz (1998). “El pueblo más cercano”, en Relatos
Breves,
Buenos Aires, Buró editor.
*Kafka,
Franz (2000). Bestiario,
Barcelona, Anagrama (Cuarta edición, selección, prólogo y notas de
Jordi Llovet).
*Mora,
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Aires, Editorial D.A.
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Buenos Aires, Centro editor
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*Robert,
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Buenos Aires, Paidós.
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Beatríz (1970). “Kafka: realidad y absurdo”, en AA.VV.,
Literatura
contemporánea,
Centro editor de América Latina, Col. Capítulo Universal, n.
25.
*Valdés,
Edmundo (1990).
“Ronda por el cuento brevísimo”, en Pacheco,
C. y Barrera Linares, L., Del
cuento y sus alrededores,
Caracas, Monte Ávila editores.
1
Es preciso aclarar que la elección es puramente subjetiva, ya que
siendo un criterio difícil de establecer, hemos optado por la
resolución de este autor que nos “parece” sumamente
“aceptable”.
2
Consideramos “acción” al suceso o “acontecimiento”, según
Mieke Bal, que se da en la historia, a los “hechos” que viven o
realizan los personajes.
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